viernes, 20 de abril de 2007

Hasta las vacas tosieron




Los que estamos acostumbrados a los calorones tapatíos sufrimos muy feo con las bajas temperaturas. Hace un par de años, San Gaspar de los Reyes, el lugar donde se frustró el intento por desaparecer el poblado con una presa que dotara de agua a Guanajuato, fue el lugar más frío del Estado, he aquí las crónicas de un reportero no acostumbrado a dichos chiflonazos, que fue a ver qué tanto frío hacia, con todo y fotógrafo veracruzano congelándose por un lado.


Hizo tanto frío en San Gaspar de los Reyes que hasta las vacas amanecieron con tos.

La helada más fuerte del año les cayó por sorpresa a los habitantes del poblado. A las cinco de la tarde del martes, un viento helado comenzó a bajar de los cerros que rodean a la comunidad, el ulular agudo del aire colándose por las calles semejaba a un lamento largo que prevenía del clima que se avecinaba.

El termómetro registró más de 14 grados bajo cero, lo más frío en todo Jalisco y aunque los pobladores están acostumbrados a las bajas temperaturas, el exagerado frío del miércoles en la madrugada los dejó entumidos y desordenados.

Tuberías reventadas, coches que nomás no quisieron arrancar, el jardín de la plaza principal completamente “quemado” por el frío, vacas que estornudan y producen menos leche, narices catarrientas y rosales con cobijas encima para tratar de protegerlos de las bajas temperaturas. Los pobladores que nunca se dejaron ganar por el proyecto de la presa que hundiría su pueblo son vencidos por la Naturaleza. Y esa guerra no hay manera de ganarla.

“Con este pinche frío ya estamos hasta chuecos”, diagnostica Lorenzo Aquino, albañil que se tuvo que ir de ride a trabajar, su troca no quiso encender.

A su lado, María de Jesús Raymundo despotrica contra el clima, hace apenas una semana que reparó la tubería de su casa, reventada por el líquido congelado, y aunque la forró con periódico, cartones y telas, no fue suficiente: el hielo le hizo a la llave un agujero del tamaño de una canica y el agua forma un arroyo que se descuelga calle abajo hasta el río.

“Cada año este es un desmadre, ¿usted cree que sea justo tanto desperdicio de agua?”, cuestiona mientras hace un gesto de resignación.

Según los cálculos de José López Mejía, encargado del sistema de bombeo de agua al poblado, la mitad de las aproximadamente 400 fincas que hay en San Gaspar sufrieron daños en las tuberías, fue necesario cortar el suministro de líquido a todo el pueblo para evitar fugas.

Para el delegado de la población, Alfredo Chávez Barrón, los efectos del frío no le pegan sólo a los tubos, sus vacas producen un 10 por ciento menos de leche; estos días, la ordeña a sus animales le deja 15 litros menos.

Con una capa de 10 centímetros de hielo, las piletas y tinacos tardaron hasta el mediodía para descongelarse por completo, los nopales, conocidos por su resistencia a los climas extremos, también se cuartearon y doblaron con el chiflonazo. Los más afortunados prenden las chimeneas dentro de sus casas, los que no tienen, echan hasta cuatro cobijas extras en sus camas y se duermen vestidos.

Y ante lo espontáneo hay que improvisar, a Adriana Cornejo, quien trabaja en el Catrasto de Jalostotitlán no le quedó más remedio que reparar el tubo que tronó bajo el tinaco enredándole un pedazo de escarcha que sobrevivió a las fiestas navideñas, toda la tubería de su azotea semeja a una larga serpiente robusta, forrada de periódicos, cinta aislante y retazos de tela.

Por las calles los letreros contra la presa y el Gobierno del Estado son testigos de la tenacidad de la gente de San Gaspar, no le pueden ganar al invierno y tratan de convivir con él. El frío estará muy duro, pero el amor por su tierra les calienta los ánimos.

“Con todo y frío ésta es nuestra tierra y la queremos, aunque cambiemos la tubería a cada rato”, sentencia Adriana Cornejo quien se prepara para la noche que se aproxima.

Abajo, por la calle principal de una casa cuelga un letrero: “Aquí nacimos y aquí moriremos”.

Y a las vacas tosedoras les preparan una cobija de costales para que aguanten el frío en el establo.

Acostumbrados


El termómetro volvió a bajar del cero en San Gaspar de los Reyes, pero sus habitantes no se inmutaron, ya aprendieron a vivir con el frío.

Aunque por la madrugada, el termómetro instalado por la Comisión Nacional del Agua registró -13.5 grados centígrados, la diferencia en esta ocasión es que no hubo viento y la humedad disminuyó.

Por eso, los pocos habitantes que se quedan en el poblado y no se van a Estados Unidos no tomaron precauciones más que arrimarse otra cobija para pasar la noche, lo que les duele son las reparaciones que tienen que hacer a cada rato por las tuberías reventadas y los coches descompuestos.

Las calles de San Gaspar están vacías de día y de noche, y no por el clima sino por la migración, se nota la diferencia entre los oriundos del lugar y los fuereños, los primeros tienen suficiente con una chamarra gorda y sombrero o gorra para lidiar con la baja temperatura, los segundos, agregan bufandas, suéteres y pants bajo la ropa, guantes y aun así tiritan de frío.

A las seis de la mañana el termómetro está a 7 grados bajo cero, la sensibilidad en la cara se pierde y los párpados se cierran automáticamente tratando de proteger los ojos, el frío parte las mejillas y la sensación térmica es como si se tuviera una máscara de cartón rígida sobre el rostro.

Las manos están engarrotadas, los nudillos duelen y se ponen morados, en las zonas expuestas al frío se siente como si cuchillos helados hicieran surcos sobre la piel.

Respirar duele, el aire helado entra por las fosas nasales y a su paso hacia los pulmones va lastimando los tejidos, las aspiraciones se vuelven cortas y rápidas, entrecortadas, tratando de jalar sólo el oxígeno indispensable.

Dicen que el calor se escapa por la cabeza y los pies. A Humberto Sandoval Sandoval eso le importa poco, él es el aforador que camina todos los días media hora por el cerro para ir a medir la temperatura y el nivel del agua del Río Lagos. Usa huaraches.

“La de la madrugada del miércoles ha sido la helada más fuerte junto con la del 98 cuando nevó”, comenta.

En ese entonces, don Humberto, quien tiene casi 19 años en su puesto, recordó que el termómetro bajó hasta los -16 grados centígrados.

A la hora que hizo la medición la temperatura estaba a 5 grados bajo cero, y como si estuviera en pleno verano, se quitó los huaraches y se metió al río para medir su nivel, a los costados, el agua encharcada estába completamente congelada.

Agarre usted un cubo de hielo y apriételo entre las manos, sosténgalo por un minuto hasta que comience a sentir que el frío le quema la piel.

Así se siente el frío de madrugada en las orillas del Río Lagos en San Gaspar de los Reyes.

Y sin embargo, la noche anterior fue peor, ni siquiera don Humberto se quiso meter al agua a medir los niveles.

A las 8 de la mañana, la poca gente que hay, comienza a salir de sus casas, chamarras y gorras para los niños de cachetes colorados que no parecen sentir mucho el rigor del invierno, el sol ya salió y la temperatura es de -2 grados centígrados.

Las vacas rompen con el hocico la corteza de hielo de los bebederos y toman agua a pequeños sorbos. Se siente todavía un clima que entume, pero los únicos que se quejan son los fuereños que llegaron a ver qué tanto frío hace en San Gaspar de Los Reyes.

Entre fantasmas y frío

Las mantas contra la construcción de la presa en San Gaspar de los Reyes lucen como carteles publicitarios pasados de moda.

Sobre un edificio de la plaza principal están un par de estandartes con las imágenes de cómo se vería el poblado inundado; en uno se ve una extensa superficie de agua donde sobresalen las torres de la iglesia; en el otro, el kiosquito de la plaza está sumergido y los peces nadan entre sus columnas.

Pero esa batalla ya se ganó. La unión y los billetes verdes de los migrantes formaron una estructura que abortó el proyecto del Gobierno estatal de crear una presa entre Jalostotitlán y Teocaltiche que inundaría 8 mil hectáreas, incluyendo a San Gaspar de los Reyes con todo y sus mil 500 habitantes, según el INEGI.

El tema ahora es el frío, y no el que sienten los pobladores, sino el que ha bajado la producción de leche en las vacas, y por las mañanas las trae estornudando y con el lomo perlado de cristales de hielo; les preocupa la helazón que ya les quemó las plantas y hasta les dobló las nopaleras, les asustan las cuentas del plomero que hace su agosto reparando cada semana las mismas tomas de agua reventadas en diferentes secciones.

Y como el invierno es un rival más difícil de vencer, y si no se puede con el enemigo hay que unírsele, o por lo menos tolerarlo, se buscan soluciones alternas para tolerar los chiflonazos mañaneros que consiguen que hasta los más curtidos aprieten los dientes.
En un poblado en que la mitad de sus pobladores están en Estados Unidos, las decisiones importantes las toman las mujeres, los ancianos y los pocos adultos que resistieron la tentación de brincar al Norte o ya se cansaron de ello.

Alfredo Chávez Barrón es el delegado de la comunidad, perteneciente al Municipio de Jalostotitlán, tiene la única tortillería del poblado y además es productor de leche, fue el primero en notar que sus vacas estaban dejando cerca de 15 litros de leche menos en conjunto.

"Cuando son fiestas el pueblo luce más animado, no solo y abandonado como ahorita", dice el delegado, "acaba de pasar una fiesta, la del 6 de enero, la otra viene en agosto y ahí si se nota la algarabía", agrega.

Hay vecinos que se dedican a darle mantenimiento a las casas que reciben ocupantes sólo unos cuantos días cada año, cuando menos les echan un ojo, aunque tampoco hay tanta vigilancia, la presencia de cualquier rostro extraño es fácilmente detectada en un sitio donde todos conocen los nombres y familiares de los otros, es como un árbol genealógico convertido en comunidad.

¿Y cuáles son las casas de los migrantes?, fácil, son las que lucen antenas parabólicas en las azoteas y zacate y plantas grandes sin podar en los jardines junto a las puertas llenas de polvo, ese que se sacudirá hasta la próxima fiesta del pueblo.

miércoles, 18 de abril de 2007

Para entonces


Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo;
donde parezca un sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en los últimos instantes
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde...

Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.

Manuel Gutiérrez Nájera

En memoria de mi amigo Guadalupe Guzmán

martes, 17 de abril de 2007

Ahora que viene Silvio

Ahí viene Silvio Rodríguez a la VFG. Cantará canciones revolucionarias, de esas que no programan en los bares de los hoteles imperialistas de cinco estrellas donde se hospeda.

Dicen que cuando vino a la FIL hace algunos años le entró con singular alegría al caviar y le daba flojera firmar autógrafos. No lo sé. Por eso mejor desentierro aquí una croniquita que hice en diciembre del 2002.


LA VOLÁTIL RESISTENCIA

Silvio Rodríguez no llega aún, pero la efervescencia alcanza niveles de clímax. Aquí estamos en grupo y en bola, esperando la oportunidad de entrar a un salón atestado de aficionados y fanáticos del músico cubano en el que supuestamente ya no cabe ni un alma y eso que todavía falta media hora para el acto que comenzó llamándose "Mil jóvenes charlan con Silvio Rodríguez", y pero bien pudo terminar bajo el título "2 mil neorrevolucionarios cubanos vitorean cada sílaba de Silvio Rodríguez.
"No se puede entrar", dice tajante uno de los guardias de seguridad a una cada vez más embravecida dama de huipil que en el puro sentido de la frase, comienza a alborotar la gallera con gritos y consignas nada cubanas pero sí muy mexicanas y floridas. El nombre de Silvio comienza a circular por las bocas de los inconformes que se han quedado afuera, gritan fuerte: "Silvio, Silvio", como si corear el nombre del cantautor fuera el moderno "Ábrete Sésamo" que abra aunque sea un pedacito de esa puerta del auditorio custodiada por los Carontes de la FIL.
"No hay justicia" dice alguien, y tres filas atrás alguien responde: "¿es eso novedad?; un poco de humor negro no basta para calmar a los impacientes admiradores que siguen negociando con determinación que los dejen entrar a donde ya no caben, se corre el riesgo de un revolucionario portazo.
Aparece Raúl Padilla en escena, cuestiona a algunos miembros del comité organizador y se pasea nervioso en un espacio de tres metros cuadrados; le pregunta a uno, se voltea, camina dos pasos, le reclama al otro, se voltea dos pasos y los interrogados sólo atinan a pelar los ojos; saben que el patrón está enojado. Hasta que de pronto alguien dice que quitarán los bloques laterales para dar cabida a todos los presentes; se calma la situación, todos sentados como niños buenos posando para las fotos conceptuales de los fotógrafos de prensa; y algunos nos colamos al auditorio donde en algunos momentos más arribará el causante de todo este despapaye. Alguien dice: "hay que cantar 'Ojalá', a ver si así se nos hace"; no la cantaron, pero si les funcionó.
Ha llegado, en medio de una nube de fotógrafos y reporteros despierta un multitudinario ¡Aaaah! Que vaya que tiene sentido, los ojos brillan los flashes no dejan de parpadear y hay quien canta unas improvisadas "mañanitas" que se cruzan con el grito de moda: "Cuba sí, Yankees no"; vaya, es difícil no ser partícipe del júbilo que despierta la presencia cansada del trovador. Rodríguez desaparece en medio de la misma nube que lo subió al estrado, y las paredes laterales comienzan a moverse, en unos minutos al grito de "Ora si", comienza la movilización primero en forma ordenada y después en vendaval de cuerpos buscando el huequito al frente. Se acaba el mal humor y comienza la sesión.
Todos tras la nota, la foto en primer plano del Señor Rodríguez; José Hernández Claire, fotógrafo sabueso de mil batallas, se ha olvidado un momento de la Beca Guggenhaim para subirse a una silla y concentrarse en los rostros y los detalles de la audiencia de la FIL que idolatra a un hombre que sabe que todo lo que diga será aplaudido por sus escuchas. Es el monólogo del aplauso. Se escuchan vitoreos a Fidel; con Silvio al frente, ¿quién se acuerda de la disidencia cubana?, ¿algunon de los que gritan "libertad" sabrán lo que opina Cabrera Infante, ausente en esta fiesta?
El auditorio es alegria, saboreamos las palabras de Silvio mientras ignoramos que a unos pasos se presenta el testimonio de las tragedias ocurridas en Ciudad Juárez; sí, la bohemia es más disfrutable que el dolor.
La voz de los que claman que esta FIL no es tan FIL como debiera ser debido a las ausencias ha sido opacada ante el magnetismo de Silvio Rodríguez defendiendo sus ideas. Las protestas fueron solo una volátil resistencia que no aguanta los embates de carisma de los sagrados. Las ausencias de los cubanos disidentes o contrarios al régimen castrista son tan desechables como las barreras que impedían ver a Silvio Rodríguez; sólo es cuestión de querer… y quitar.