lunes, 28 de mayo de 2007

Cruel trabajo cruel

Este oficio del periodismo está lleno de sinsabores. Uno trata de dar su mejor esfuerzo y ¿cómo nos pagan?, agendándonos actividades que requieren compromiso y harto sacrificio que no cualquiera, honestamente, puede aguantar.
Pero ni modo, me inspiro en Kapuscinski, me persigno con sus ideales apostólicos-periodísticos-romanos y le entro con humildad a la chamba.
Estos días me está tocando entrevistar a las prudentes, reflexivas y flexibles chicas del Bikini Car Show. Lo sé, es duro, pero alguien tiene qué hacer el trabajo duro.
Así que después de lavarme los ojos con té de manzanilla para quitarme las perrillas y las lagañas, me pongo a escribir los piensos que pasarán a formar parte de la nueva teoría que se discutirá en las aulas de las escuelas jaliscienses de periodismo. Y los alumnos se darán gusto con párrafos como los siguientes que se publicarán mañana en METRO:
"Pícaras, prefieren potencia y gran tamaño, pero que sean rendidores, no les gustan los motores que a las primeras de cambio chorreen el aceite".
O éste otro, que me envidiaría el mismísimo Gay Talese:
"Han usado sus coches como campo de batalla. A veces les gustan los paseos calmaditos, pero no les desagradaría un arrancón rápido y furioso, de esos que hacen que mojen los asientos y no precisamente por miedo. Y sí señores, han correteado a dos motores en un mismo día".
Lo sé, soy un canalla, espero poder subir algunas fotos que muevan su corazón y su piedad, despierten su compasión por mí y ésta alimente un par de oraciones en voz baja que supliquen por que alguien alivie mi sufrimiento.


martes, 22 de mayo de 2007

Crónicas morrocotudas ... Argentina (II)


Seguimos aquí con la segunda parte de las Crónicas Morrocotudas en Argentina comenzando con una estampa de la Casa Rosada y talqueada. Un viajezote en todos los sentidos fue este. Bien decía Morand que un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra.

¡Fíjate nomás!

Como cualquier ciudad tercermundista que se respete, Buenos Aires posee sus dos carotas contrastantes. Por un lado está el romanticismo cultural que envuelve a la capital federal de Argentina en un pintoresco paisaje de librerías, galerías de arte, museos, amplios jardines, música, arquitectura y glamour.


La urbe porteña envuelve al visitante en su atmósfera cadenciosa, con una seductora sonrisa, la ciudad pone su mano en el costado del visitante y literalmente se lo lleva al baile, los eleva con pasos gentiles y suaves unos centímetros sobre el pavimento y lo hechiza dando vueltas al ritmo de una milonga o un tango por sus calles, sus restaurantes, sus enormes parques y anchas avenidas, enormes Libertador y 9 de Julio, amplísimas, (ésta última nomás mide 110 metros de ancho), como hechas adrede para que por ellas quepan los ciudadanos con todo y egos.
Por el otro lado están los cinturones de miseria, los barrios bravos donde el turismo es leyenda urbana, el sur tan golpeado una y otra vez por las políticas públicas.
Pero como ahora estoy de vacaciones, con todo y pena hablaremos de eso después…
Los días que pasé en Buenos Aires, gracias a la generosidad de Wendy y a mi poca vergüenza para la gorrita café, han sido insuficientes para descubrir, recorrer, palpar y saborear la Ciudad.

Mi tener big problema: me he encontrado cosas tan chingonas (disculpen mis modales, pero es que hay cosas que se merecen estos adjetivos forzadones) que he regresado varias veces a ellos en vez de cómo turista japonés, sacar la foto de rigor y pegar carrera al siguiente monumento.
En Avenida Santa Fe, en Palermo, me topé con EL ATENEO, jóvenes y damiselas. Los hombres de mucho mundo, o mucho Nacional Geographic saben a lo que me refiero: la monumental, exquisita, impactante, sublime, impresionante, bella, apabullante y demás "antes" que se les antojen, librería instalada en un viejo teatro.
Imagínense la escena: en el frontispicio se despliegan sus anchas columnas clásicas por las que se cuelan hacia el exterior los rayos de luz dorada como si invitaran a un gran estreno. Hoy la función le toca a los libros.
Restaurado hasta los mínimos detalles, incluyendo los decorados de los palcos convertidos en saloncitos de lectura. La librería se compone de un espacio de 3 mil 500 metros cuadrados donde los ejemplares están repartidos en el espacio central donde estaban las butacas, el sótano y los espacios laterales en tres pisos del edificio construido en 1919.

Y en el escenario, una cafetería para tomarse algo mientras se hojean los libros, amenizado el ambiente por un viejo pianista que sustituye quizá a una valkiria caderona con casco vikingo como las que representan las caricaturas siempre que hablan de ópera. Perdonen ustedes la ignorancia, pero El Ateneo es poco grito y mucho y respetuoso silencio, que estamos leyendo.
Como para invitar al PresiChente a darse una vuelta.
Se acabó el paréntesis cultural.

Y del otro extremo, ahí andaba yo acompañando a Wendy a tomar algunas fotos. Así conocí otras caras de Buenos Aires. Un cine convertido ahora en santuario religioso cristiano de arrepentimiento a moco tendido, incluyendo transmisión televisiva, como el Dios rating y la charola mandan; Un edificio que sirvió durante la dictadura como centro de detención clandestino, que fue abandonado después de ser expropiado y ahora está convertido en cómodo fraccionamiento para ratas dientonas, panzonas, gris Oxford, cola larga y pa acabarla de amolar, rete bravas.








Y cuando yo planeaba una nueva excursión al Centro Cultural José Luis Borgues "El Puma" (Fox dixit) la Wen me preguntó que si la acompañaba al barrio de La Boca a sacar unas fotos a un puente. Aunque algo debí sospechar cuando me dijo que teníamos que tomar las imágenes antes de las 6 y media cuando se metía el sol.
-¡Ah, chingá!, pensé, ni que hubiera vampiros.
Pero no, lo que hay son roedores, igual de bravos que los comentados anteriormente, pero bípedos.
Ni siquiera pude detenerme a tomar unas pictures de unos pequeños jugando futbol a la sombra del apantallador Estadio La Bombonera. Chulada de foto hubiera salido, como de calendario del DIF. Ni modo. Ahí vamos, correteadotes en busca del famoso puente.
Llegamos al borde del Riachuelo, un arroyo con el mismo atractivo turístico que la Cuenca del Ahogado: putrefacto, lleno de basura y desechos tóxicos.

Apartado, exiliado, canal de comunicación con la llamada Isla Maciel, el territorio perteneciente a Avellaneda es identificado como zona de alto riesgo por las autoridades argentinas.

La Isla Maciel, que en realidad es una pequeña península ha permanecido casi completamente incomunicada porque al Gobierno, dicen, le conviene tenerla así para controlar a sus habitantes de dudosa reputación. Zona de altos índices de violencia, Maciel es controlado por las bandas del área, que saben perfectamente quién entra y sale (si puede) de ahí.
¡Cómo estarán las cosas que una mujer se quejó alguna vez que durante el Gobierno de Menem,las dejaron hasta sin putas (no arqueen las cejas, así decía el periódico).

Los habitantes de Maciel tienen que cruzar en unas barcazas que les cobran 50 centavos. Los remeros son los modernos Carontes que levan las almas del proletariado, mejor conocido ahora como el infelizaje o la perrada, a sus ¿hogares?
Por si acaso, Caronte era el barquero que transportaba las almas de los muertos a través del Río Aqueronte, hacia el Erebo, el mundo subterráneo.

Los barqueros trasladan a los porteños que como si esperaran el camión, hacen pacientemente fila esperando su turno y miran huraños al par de mexicanotes que sacan fotos de las barcas con la candidez como si estuvieran retratando trajineras en Xochimilco.
Yo emocionado sacando imágenes de un par de obreros que se treparon con todo y su bicicleta a la barca y Wendy platicando con una señora que nos hizo caer en la cuenta de que no estábamos un domingo en las lanchitas del Parque Alcalde.

-¡Vámonos!, me dijo Wendy, después de que la señora le dijo con voz firme:
-Ustedes no deberían estar aquí, váyanse antes de que no haya luz, yo sé lo que les digo.
Y mientras tanto, el sol poco a poco se ocultaba en el horizonte, los grafittis comenzaron a verse más amenazadores, y las calles lucieron más vacías, preocupantemente solas.

Así que nos arrancamos a tomar el colectivo, o sea, el camión urbano que nos sacara de La Boca, barrio que en sus paredes deja constancia de que el futbol es cuestión de vida o muerte, pero que razones no faltan para armar camorra, total ¿para qué discutir si se pueden arreglar las cosas a chingadazos?
Luego Wendy muy quitada de la pena me contó que cuando se mete el sol, la policía deja de hacer sus rondines por el barrio.

Fíjate nomás.
Al día siguiente me fui a bobear al Alto Palermo, centro comercial en la esquina de Santa Fe y General Díaz, justo frente a donde vive Charly García.
Compré más libros, no sé como voy a cargarlos.
Me di cuenta de que ya era hora de preparar mi viaje por carretera hacia el sur, mil 700 kilómetros hasta el espinazo rocoso donde inicia algo que le llaman la Cordillera de los Andes.

Próxima entrega:

Resbalándome al caminar por la nieve, cuesta arriba, como si trajera zapatillas en piso de banco recién pulido, con la nieve pegándome en la cara, como pequeños cuchillitos líquidos que hacían que cerrara los ojos, levanté la cabeza y recordé la historia de ese buen hombre que murió sin poder cumplir el sueño de su vida: ver nevar.
Lo disfruté por él.

jueves, 17 de mayo de 2007

¡Ay Laureano!

Viendo este sketch (¡Salud!) de Los Polivoces, no sé por qué un Dejá Vu me invadió, y me acordé de varios de mis tíos. Disfrútenlo gracias a San Youtube, dios de los blogueros y los oficinistas desquehacerados.

Una maravilla hicieron estos muchachos.



lunes, 14 de mayo de 2007

Crónicas morrocotudas


A petición de aquellos que me pidieron que trepara con todo y fotos mis viajes por el sur del continente, aquí se las voy dosificando. Mientras tanto entreténganse con esta foto mía y de Natalia en el Millenium Park de Chicago, lugar donde empezó a llegar la banda para la protesta del 1 de mayo. En esta escena, Nata y yo realizamos una excelsa coreografía llamada aquí "The Midget step" y mejor conocida en México como el Pasito Tun Tun.

PRIMERA PARTE


Ahí vamos, ahí la llevamos…

Este viaje lo comencé de manera contraria a lo pronosticado por las casas de apuestas arandenses. Por obra y gracia de la matemática sentimental, un viaje destinado para dos terminé convirtiéndolo en una travesía unipersonal y adelantada por unos cuantos meses.

Heme aquí, trepado a unos días de la conmemoración del 11 de septiembre en un avión de American Airlines, de tristes recuerdos. Bombardeado por las imágenes de aviones estrellándose contra edificios, las supersticiones no pueden hacerse a un lado fácilmente. Aunque la lógica de que un árabe secuestre un avión que sale de Guadalajara resulte absurda, más vale echar un rezo antes de despegar con destino a Dallas, próximo puerto para transbordar.

El vuelo hacia Buenos Aires, Argentina, se planeó para que la mayor parte de la noche el pasajero se la pase jetón mientras se arrulla con la repetición de programas gringos en la tele o escuchando hits ochenteros en el canal de audio de la aerolínea, que es como señal 90 o Éxtasis Digital, pero sin comerciales bonitos de joyerías Aplicsa.

Después de la cena, casi todos a la meme. Prendí mi Discman y pegué la cara a la ventana para distraerme con la profunda negrura de la noche, sólo mancillada por unas cuantas estrellas o los esporádicos reflejos de una ciudad desconocida que flotaba allá abajo en la oscuridad. En los audífonos comenzó a sonar la demoledora rola de Alice in Chains, "Nutshell", lenta, como un lamento largo de Layne Staley, un cantante ya muerto por sobredosis que cantaba la canción como si no pudiera llorar.


We chase misprinted lies
we face the path of time
And yet I fight
And yet I fight
This battle all alone
No one to cry to
No place to call home

A Alice in Chains le sigue una rolita de Portishead y es cuando caigo en el error. ¡Chingue a su madre, puse el disco de las canciones tristes!

¡Qué iba yo a imaginar que la música jugaría un papel protagonista en mi viaje!

Ya ni modo, a aguantar vara hasta que se me quite la hueva de levantarme a buscar otro cd en la maleta. Mientras, a tratar de dormir un poco.

Nomás no pude.

Me sentí como gato en cojín nuevo, a vuelta y vuelta en dos asientos sin encontrar mi lugar; así, tuve que competirles a las aeromozas para ver quién le daba más vueltas a los pasillos. Fui muy convincente en mi papel de vigilante nocturno: una señora somnolienta me pidió café.

Llegando al aeropuerto bonaerense di fe notariada de que las Leyes de Murphy son sabias y se reciclan a cada instante. Un consejo y ley de Murphy al mismo tiempo: cuando viajen al extranjero, pregunten a alguien de su confianza cómo está el clima por esas latitudes y lleven el atuendo contrario a lo que les digan. Cuestioné a Wendy sobre qué tipo de ropajes exóticos me llevaba, me dijo que la Primavera estaba entrando y hacía calor, así que cargué con mi tilichero de camisetas y pantalones frescos, como si fuera a Guayabitos; llegando me recibió el chiflonazo. Un aire gélido de 10 grados que me erizó los cabellos (los de la nuca, pues).

Así que le he sacado jugo a mis dos sudaderitas que cargué por aquello del capulinazo (no lo sé, puede ser, a lo mejor, quién sabe...).

A pesar del ventarrón me sentí feliz, abracé a mi amiga y después de instalarme en su depa, nos fuimos a comer y a bebernos la primera botella de vino.

La tibieza del tinto en mi garganta descendiendo a reposar el sueño de los justos junto a una buena cantidad de carnes argentinas me prendió la mecha y a pesar de solo haber dormido 5 de las últimas 72 horas, me decidí. Buenos Aires, Argentina, humedad… decía el líder de Soda Stereo en su concierto de despedida. Así que me fui al Estadio Obras, donde esa primera noche mía en la capital del país sudamericano, daba un recital el maestro Gustavo Cerati.

¿Qué puedo decirles?, escuchar al virtuoso en su tierra fue oooooootra cosa, hermanos. Yo y otras 24 mil 999 personas brincamos al ritmo que a la Stratocaster del argentino se le pegó la gana. Grité, canté, bailé, me estremecí con "Puente" y bramé como un desposeído una versión muy rocanrrolera de "Prófugos". Fue la noche de Cerati, pero también la mía, la noche de los recuerdos, la noche para olvidarme en mí mismo, la noche para quitarse los grilletes, la noche para perderme en una ciudad a la que le importa un comino quién soy, la noche para, como decía Bob Dylan: diluirme en mi propio desfile.

Salimos del concierto a las 11:30, caminé por toda la Avenida del Libertador hacia mi siguiente destino, pero ya los trajinares del viaje, -mezclados con las cervezas y el vinito- habían comenzado sus estragos. Sonámbulo pero feliz, llegué al Jade, un antro donde me había quedado de ver con la Wen quien estaría junto con sus amigos de la escuela, cenando y bailando.

Foto: Rollingstonela.com

Las siguientes horas pasan frente a mí como recuerdos difuminados por una neblina, mis últimos flashbacks de madrugada me hacen saber que estuve en el Jade, que mi efervescencia decaía a pesar de mis esfuerzos y que bailé una cumbia de los Bukis en un antrazo donde lo mismo me pasaban a un lado odaliscas sabrozonas enseñando el ombligo, que un Batman stripper haciendo las delicias visuales del respetable público femenino que nos acompañaba esa noche. Nada mal la primera noche en el inicio de un periplo en el que me embarqué solo yo, acompañado de unas amigas: nostalgia, melancolía, esperanza y sobre todo, fortaleza.

José Alonso Torres, el mismo que viste y calza, su humilde narrador y seguro servidor, está de nuevo en el camino del exceso que presumía William Blake.

Próxima entrega:

La doñita se acerca a Wendy y le dice al oído: "señorita, en serio, váyanse de aquí ahora mismo, yo sé lo que les digo.

El sol se escapaba lentamente y nosotros estábamos frente a la Isla Maciel, territorio bravo en el Barrio de La Boca, separada por un riachuelo de podredumbre que se debe cruzar en lancha. Era el momento de salir de ahí…

jueves, 10 de mayo de 2007

La Ciudad de los Vientos (No, no fui a Pachuca)




Las ofertas son como los besos, no hay que decirles que no. Me llegó una promoción irresistible: Chicago ida-vuelta por 2 mil 500 del águila. ¡Pos ni cómo pensársela uno! sería hasta pecado.

Con la complicidad de la Nata Fregoso me lancé a la ciudad del eterno chiflonazo por casi una semana. Para no hacerles el cuento largo les dejo aquí unas imágenes junto con sus sesudos e ilustrísimos comentarios, (¡para que se ilustren mis chavos!).

Me la pasé poca madre.

PD: La imagen de arriba es la muestra de un arranque de vandalismo charro en un cajón de arena en el Field Museum, donde se supone que uno debía dibujar algo. Soy malo pal pincel, pero bueno para andar de acomedido, así que por lo menos dejé constancia de mi triunfal paso por el H. Estado de Illinois, ¡I ñor!






La versión oficial es que se trata de una copia del calendario azteca del Museo de Antropología del DeFectuoso, pero algunos historiadores rechazan el objetivo conocido de la piedra debido a cuestionamientos que no han sido respondidos, como: ¿si es calendario, dónde está la marca de cerveza o el tradicional letrero de la carnicería que desea sus clientes una feliz navidad y un próspero año nuevo?

Hay dos teorías reespecto al verdadero significado de la imagen. Uno es que se trata del logo publicitario de la primera fábrica de abatelenguas en el todopoderoso imperio azteca; la segunda teoría es que en realidad es la piedra de sacrificios del Dios Huitzilopochtli en su versión de mártir atormentado con puro chile de árbol de Yahualica.







TRIVIA

Encuentre usted al eslabón perdido en la pared de la Devolución de los Espesos de Darwin. El ganador se lleva Indulgencias Plenarias cortesías del Cardenal Sandoval.






Uno no puede más que quedarse subyugado por semejante muestra de ferocidad. El salvajismo más primitivo de la bestia poderosa que aún inmóvil en la imagen deja la piel chinita. Al lado de la fiera, un ejemplar de Tiranosaurio Rex, el depredador más cabrón que ha pisado el planeta.

Ya me pegó sueño y me voy a dormir. Esperen más estampas del show cómico mágico musical de Alonso y Natalia y sus narices catarrientas por Chicago. Cáiganle con sus comentarios

sábado, 5 de mayo de 2007

Seducción subliminal




¡Que publicidad guerrilla ni que ocho cuartos!

A ver quien discute el alto nivel mercadológico que tienen estos cuates de un motelito perdido en el Estado de Guerrero que me encontré por ahí en un viajecillo. Dicen que de ver dan ganas. Me cae que mira uno estas cosas y se antoja aprovechar la novedá, la promoción.

Todo por 100 varitos y se abren las puertas al paraíso con todo y aire acondicionado. ¿Quién da más?