lunes, 26 de mayo de 2008

¡Al chófer no se le para!

Sabe de qué modo recordé la serie de cortometrajes que la BMW hizo hace algunos años para promover sus automóviles a través de la en ese entonces novedosa estrategia de utilizar internet como transmisor. Me puse a buscarlos en el todopoderoso San YouTube (postea por nosotros... amén) y pude disfrutar hasta algunos que no no había visto.

Dirigidos por directores afamados bajo un concepto creado entre otros por el genial David Fincher, por la pantalla desfilan en The Hire, estrellas de esas de a deveras, no como las del TV notas, en estupendas cápsulas donde convive la ironía con la tragedia o la sicodelia con la sobriedad.

Ang Lee, Tony Scott y Alejandro González Iñárritu entre otros, dirigen la batuta donde el actor principal Clive Owen, quien funge como un corre-ve-y-dile VIP, lo mismo hace cabriolas en un convertible, lejuega apuestas al mismísimo Chamuco o aguanta sabrosas mentadas de madre en un pais latinoaméricano con un estoicismo que envidiaría cualquier tapatío quisquilloso frente a Emilio el Góber de las cuatro P (Piadoso, Pelado, Pedo y Pen...denciero).

Disfrútenlas muchachos y muchachas, vean estos videos con sus respectivos subtítulos, les van a gustar y me lo van a agradecer. Al final van a cantar como en las excursiones de la primaria: al chófer no se le para, al chófer no se le para, al chófer no se le paraaaaaaa, ¡no se le para el camión!



Beat the devil

¿Habrá quién personifique mejor al Chamirri mayor que Mr. Oldman? No lo sé, pero en este hilarante corto hay un famoso gritón que se lo pone parejo. Además, el final es como dirían los españoles ¡De puta madre!





Powder Keg

Antes de que el matrimonio pasara de la fase del besamiento mutuo de traseros a los chanclazos mediáticos, Iñárritu y Arriaga volvieron a trabajar como relojito lacrimógeno-efectivista para hacer este corto sabrozote y palomero. A mí me gustó, aunque ahora el estilo ya empiece a quedar caduco.




Ticker

No mamen, disculpen mi francés , pero la verdad es que para hacer algo de acción efectiva no se necesitan dos horas de pietaje. Este cortito es muy bueno y en 8 minutos entretiene más que películas joligudescas con cientos de millones en producción. La neta, no mamen, véanlo.



Star

En este video, sabiendo de antemano que lo dirigió Guy Ritchie y aparece Madonna, uno podría pensar que los privilegios no se acaban y la doñita metió mano pa salir en la tele, pero al final creo que lo que refleja la historia es un poquito de frustración del creador de Snatch , que aprovechó el viaje pa desquitarse de su vieja, porque en la vida real ya sabemos quién hace la tronadera de chicharrones.




Si quieren más, me avisan en la sección de comentarios.

martes, 20 de mayo de 2008

Lostmaniaco


Lo confieso, me estoy convirtiendo en un adicto a las series gringas ( y ¡cómo no! le agarro gusto a las inglesas).

Lo reconozco, me apasionan las buenas tramas más allá de las actuaciones y tengo que aceptar que la mejor televisión la están haciendo nuestros vecinos: historias retorcidas de la conducta humana, misterios insensatos que de repente agarran vislumbres de credibilidad; villanos bondadosos y héroes herejes. El espectador es cada vez más delicado, ya lo importantes no sólo es la historia, sino quién y cómo la cuenta.

Para nadie ya es un secreto que detrás de las estupendas series que hace la HBO está la mano del hijo de Gabriel García Márquez (Dios nos los guarde muchos años) y más allá de los guiones escrupulosamente bien contados, la fotografía cuidada a detalle cinematográfico, la locación precisa y el uso del género teatral como sustento de las puestas en escena y el manejo de los personajes. Las nuevas series compiten para que uno pruebe a dentelledas su creatividad.

Por eso me emociono con mis series favoritas y las nuevas temporadas como si fuera una viejita que se lame los labios y prepara las agujas de tejer ansiosa porque empiece una nueva telenovela. Cambio la sillita por un sillón reclinable de gamuza y las agujas por unos whiskies con hielito tintileando, me acomodo, pongo play y ya está, a disfrutar.

Inauguro una nueva sección de post: mis series favoritas y comienzo saludando con sombrero ajeno: un artículo genial sobre una de las mejores series de todos los tiempos. ¡Como no comenzar estos post con Lost! Todo un viaje en las estructuras narrativas.

Además este artículo es genial. Espero les guste y se animen.



El espectador de Lost es un cornudo feliz
En Espoiler hacemos un repaso de la mejor serie popular del siglo. Desde sus comienzos hasta el resurgir de su cuarta temporada.
HERNAN CASCIARI - 06 de marzo, 2008

A estas alturas, después de setenta capítulos devorados tres años, ya soy un experto en esperar que vuelva Lost. Ya no siento ese dolor punzante en las tripas, ni me muerdo las uñas. Y es que, en todo este tiempo, nuestra relación ha madurado mucho. ¡Ah, me acuerdo cuando acabó la primera temporada, qué desazón más grande!

Me quedé con los ojos como huevoduros, viendo cómo Jack y Locke abrían por fin la puerta secreta y la cámara bajaba hacia el negro más profundo. Y después nada: cuatro meses enteros de ansiedad, de conjeturas y abstinencia.

La primera temporada de Lost fue como el inicio de un noviazgo salvaje. Como esos amores a primera vista en donde sólo cabe pensar que la vida será siempre maravillosa y que nada, en todo el mundo, nos sacará del paraíso. Acción, suspenso, misterio… Pero entonces, un día cualquiera, ella, la mujer amada, nos dice: Corazón, tengo que irme cuatro meses a estudiar a Suiza, ¿me esperas? Y el mundo se viene abajo. Pero no el amor.

Y nos quedamos esas dieciséis semanas como estúpidos, pensando en el día exacto en que volveremos a sus brazos. La distancia, en vez de dar respuestas, nos llena de nuevas preguntas: ¿pensará ella en mí?, ¿qué hacía un oso polar en una isla del Pacífico?, ¿se habrá acostado con algún estudiante de intercambio?, ¿qué misterios esconderán Los Otros...? Intentamos distraernos, salir a la calle, ver a otras mujeres, pero nada tiene sentido sin sus besos. Vemos tres o cuatro episodios de CSI, coqueteamos con Grissom, pero nada es lo mismo si nos faltan los apodos de Sawyer. Nuestra cabeza está en otra parte, en la brisa de la isla, lejos, en un futuro que nunca había tardado tanto.

Y entonces, un día, suena el timbre y vemos el primer episodio de la segunda temporada. ¡Qué dicha más grande, cuántos abrazos! Volver a ver un nuevo episodio después de tanto tiempo es como tocar el cielo con las manos. Es tan grande la necesidad de Lost que no importa que las nuevas tramas no traigan consigo ni una sola respuesta a las viejas preguntas. Ni una. Como cuando regresa de Suiza la novia amada y no nos quiere contar qué ha hecho, con quién ha estado, si ha conocido a alguien. Y además llega con el pelo corto y fumando Lucky Strike. Mala cosa. Pero no nos importa, claro que no, mientras esté otra vez en casa, sana y salva. Le perdonamos el silencio porque la amamos.
La amamos tanto, y ella a nosotros, que un buen día decidimos vivir juntos, ser una pareja formal, y entonces comienza la rutina del amor. Descubrimos en ella algunos defectos: deja las ollas sucias sin remojar, abre nuevas incógnitas sin cerrar las anteriores, aprieta la pasta de dientes por adelante, aparece una imagen del gordo Hugo en un flashback de Sayid, no sabe cocinar un huevo frito, hace uso abusivo del humo negro… Pero no nos importa: estamos enamorados.

La segunda temporada de Lost es un matrimonio entre la serie y el espectador. El salvajismo del amor le ha dejado paso al disfrute de las pequeñas cosas, a la caricia velada y al café con leche por las mañanas de domingo. Ya sabemos que nada es tan perfecto en la pareja, que hay muchos flashbacks que no tienen sentido aparente, que hay roces y gestos desganados...
Pero nadie nos quita del sofá los jueves por la noche. Estamos cómodos en casa, es bueno sentir el calor del otro cuerpo, aunque no nos creamos que Walt haya crecido tanto. Somos una pareja estable.

Y entonces ocurre la primera crisis. Al final de la segunda temporada, justo cuando Los Otros atrapan a cuatro de nuestros mejores náufragos, ella nos dice: Necesito espacio, me voy a casa de mamá unos meses para pensar mejor... Y otra vez nos deja solos en casa, sin entender que va a pasar con nuestras vidas, ni tampoco a dónde se ha ido Michael en ese barco tan pequeño.
Pero nosotros ya no somos aquel novio primerizo que no sabe qué hacer sin el amor de su vida. En este segundo impás nos sentimos vivos, andamos en calzoncillos por toda la casa, disfrutamos la soltería... Y un día conocemos a Heroes (la abstinencia absoluta es difícil) y le ponemos los cuernos a Lost mientras está ausente. Heroes es una serie intensa, hay gente que vuela, señoritas que se caen de los puentes y no se hacen nada, policías telepáticos, japoneses simpatiquísimos. Heroes es una adolescente con ganas de experimentar en la cama. Aprendemos con ella cosas nuevas, nos sentimos inmortales. Tenemos una amante más joven, ¡ah!, qué maravilla es la vida, qué fabulosa la televisión yanqui.

Pero una tarde de domingo, mientras estamos con Heroes en la cama, justo en medio del clímax, nos equivocamos de nombre y le decimos Lost. “Ah, sí, sí, Lost, un poquito más abajo, ahí, en la escotilla”. Y Heroes se pone como loca, se levanta de la cama y se va dando un portazo. Mucho no nos importa, porque desde el episodio once se estaba poniendo bastante pelotuda, con muchas explosiones y tramas cruzadas que no iban a ninguna parte.

Como por arte de magia, a la semana siguiente vuelve a casa Lost y sólo al verla, no antes, justo cuando aparecen en pantalla las primeras escenas, descubrimos cuánto la habíamos echado de menos.

La tercera temporada de Lost es la esencia del amor de pareja. Ha quedado tan lejos el oso polar, las primeras incógnitas, los subidones de adrenalina, la falta de respuestas… Todo es tan lejano y a la vez está allí, sin condiciones. La tercera temporada es una mujer madura que ya ha vivido todas las vidas y ha regresado a nosotros por elección final, por voluntad superior.

Las historias son más pequeñas y nos devuelven los sueños. Y esta vez sabemos, además, que nada es para siempre.

El último abandono no duró tres o cuatro meses, como los anteriores. Esta vez fue casi un año entero sin un nuevo episodio de Lost. Pero como dije, ya soy un experto en esperar que vuelva. Cuando me siento triste miro capítulos viejos y recuerdo los antiguos besos, las primeras caricias; o entro a los foros de Internet para escuchar a otros hacer conjeturas. Que todos están muertos y la isla es El Limbo, que se trata de un universo paralelo y el avión no cayó en este mundo, que la isla es una segunda oportunidad para seres desdichados. Que Hugo es Dios. ¡Cuántas cosas se dicen por ahí, y qué poco me importa!

Ahora que ya ha comenzado la cuarta temporada, yo estoy muy tranquilo. Sí, es verdad, he mandado las sábanas a la tintorería para que huelan mejor, y compré vajilla moderna para el desayuno, y estuve haciendo un poco de ejercicio para que, cuando ella llegue, no me vea descuidado. Pero no estoy ansioso. Ni siquiera le he preguntado a dónde ha ido en estos meses, ni por qué se mueve tanto la cabaña de Jacob, ni cuánto tiempo piensa quedarse esta vez en casa. No. No haré preguntas. Ella, a cambio de mi ingenuidad, a veces me regala polvos monumentales como el del viernes pasado.

La cuarta temporada de Lost es el amor puro entre una historia y su espectador, ese mismo amor fundamental que se explica en el Nuevo Testamento y al que muy pocas almas pueden acceder. Es el amor que todo lo sufre, que todo lo cree, que todo lo espera, y que todo lo soporta. Como el amor de Penélope y Desmond. Yo creo en Lost cuando me dice la verdad, pero también amo a Lost cuando me miente. Y cada vez que se va de casa sin decir nada, soporto su ausencia como un hombre. Y cuando vuelve, como ha regresado ahora por cuarta vez, abro el mejor champán y espero, a oscuras, que entre a casa y me engañe de nuevo.

lunes, 12 de mayo de 2008

¡Ay jabón de olor!

Estuve en el río más asqueroso de México.... se siente feo.



Ritmo y olor


La contaminación en el Río Santiago puede sonar a ritmo de blues.

Por lo menos es lo que piensan los integrantes del grupo de Rock Tragicomi-K quienes grabaron ayer escenas para el video de su canción “Puente Juanacatlán” en el lugar del mismo nombre.

La cascada El Salto de Juanacatlán se llenó ayer de personas que portaban máscaras antigases y cubrebocas. Madres con todo y carriolas para sus hijos, policías municipales, estudiantes de primaria y secundaria, voluntarios de Greenpeace, todos enmascarados para participar de extras en el videoclip.

Para quienes son vecinos del apestoso y contaminado afluente, las mascarillas eran de utilería, para los visitantes foráneos, significaban una manera de aguantar la peste que suelta el río, plagado de sustancias tóxicas y desechos orgánicos.

“La idea es mostrar de manera irónica cómo es la vida de las personas que viven aquí y que día a día tienen que convivir con la contaminación”, comentó Jose Riaza, vocalista del grupo.

Si los videos olieran, pocos aguantarían hasta el final del que se grabó ayer. El “aroma” que proviene del río podría compararse a una mezcla de huevos podridos, excrementos, el hedor de un animal muerto en descomposición y alimentos echados a perder. Y eso que todavía no abrían las compuertas, que según los vecinos, es cuando más feo huele.

La grabación es parte de una campaña de concientización que Greenpeace Jalisco y el Instituto Mexicano de Desarrollo Comunitario (Imdec), desarrollan junto con la banda

Durante todo el día se grabaron las escenas en el área del puente de Juanacatlán con el apoyo de vecinos y autoridades de la zona.

Incluso, los policías que vigilan uno de los cruceros de Juanacatlán prestaron su imagen para el video junto con algunos regidores del Municipio.

Víctor Busteros coordinador del grupo local Guadalajara de Green Peace, señaló que es necesario que se siga divulgando el serio problema de contaminación y salud pública que se desprende del envenenamiento del Río Santiago y acusó que ha faltado voluntad política de autoridades municipales, estatales y federales para promover un saneamiento integral del cauce.

El video será dado a conocer en algunos meses a través de los canales especializados, así como será parte de una campaña de concientización sobre el problema por parte del Imdec, que repartirá dvds con el video.