miércoles, 29 de abril de 2009

¡Con razón no lo pelaron!


Manuel Acuña, el poeta jalisciense cuyo nombre no puede uno recordar sin remitirse a la calle que cruza el famoso barrio de Santa Tere, se murió a los 24 años de edad. Dicen que se suicidó porque Chayito no le hizo caso.

Rosario de la Peña era su nombre. Dicen las malas lenguas que hasta José Martí le aventó los chuchos, pero su corazon ya era de otro. Manuelito le dedicó un poema y toda la cosa para conquistarla: "Nocturno a Rosario" se llama. No funcionó la estrategia y el muchacho se empinó una dosis de cianuro y se murió todito él. Ella niega que él se haya petateado por su culpa. Ella siguió su vida, a él le pusieron la pijama de madera y años después le pusieron su nombre a una calle que queda cerquitas de las sabrosas aguas frescas del Chaplin.

No es por disculpar a la Chayito, pero si uno lee el poema que le dedicaron, podríamos entender por qué esta mujer no le quiso atorar al compromiso, después de leerlo ha de haber dicho, ¡Ni maiz, pus qué!


Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo.
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos, un alma sola,
los dos, un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Díos!

Ya ni la friega el buen Manolín, con ese complejote de Edipo no iba a agarrar ni fiado.


viernes, 24 de abril de 2009

Los cuentos del amor, la locura y la muerte



La noche de 1992 comenzó igual que esta, con un cigarro recién encendido que me hizo toser a las primeras caladas y con el mismo personaje frente a mis ojos: Horacio Quiroga.

Nunca lo había leído. Hasta que una ninfa perdida en una escuela de administración llegó y puso entre mis manos un libro y me dijo que las letras me iban a volar la cabeza.

El libro en cuestión era Cuentos de amor, de locura y de muerte, del autor antes mencionado. Sobra decir que me encantó. Y también sobra decir que me enamoré perdidamente de esa mujer.

Muchas imágenes pasaron desde ese entonces: dolores, ardores, risas y vivencias. Fui, vine, cambié y volví a ser el mismo, pero este 23 de abril que con motivo del Día del Libro, se leyó precisamente ese texto durante toda la jornada, recordé mi propia historia con el autor y me di cuenta que somos cuentos que nunca dejan de escribirse y por lo tanto, no existen los finales, siempre los eternos principios.

Como homenaje al gran Quiroga, pero sobre todo, como festividad a aquella ninfa que no ha perdido el color en su aura, dejo aquí una muestra: El almohadón de plumas.

Buenprovechopaseusted.



Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

—¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...

—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados dél hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

—¿Qué hay?—murmuró con la voz ronca.

—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón habría impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de plumas.

miércoles, 15 de abril de 2009

¿Queda algo más por decir?

“Después de todos estos años, veo que me confundían sobre Eva en el principio; es mejor vivir fuera del jardín con ella que dentro de él sin ella”.

Mark Twain

sábado, 4 de abril de 2009

Detector de metal


Los metaleros son excelentes fuentes de frases absurdas, huecas, pero muchas veces, sabrosas y vaciladoras.

Esta es una colección de esas frases que van de lo sublime a ridículo, pero que dejan claro que lo que cuenta es la actitud, jejeje. Que las disfruten.

- Nosotros comemos cadenas y cagamos Metal.

(Timo Tolkki, Stratovarius, 2004)


-¿Que qué pienso de las críticas? ¿Qué críticas? Lo único que recuerdo estas semanas es despertarme vomitando, no se de que jodidas críticas me hablas.

(Jari Kainulainen, Stratovarius)


- No puedo echar a perder mi voz en una banda de los esquemas de Iron Maiden.

(Bruce Dickinson, Iron Maiden)


- Cómo no iba a meterme en el rock con un apellido así, ¿te imaginas de carnicero?

(John Bonham, Led Zeppelin)


- No nos importa el dinero, sólo el amor de nuestros fans.

(Joey DeMaio, Manowar)


- Hubo una etapa en mi vida que me estaba metiendo una tercera parte de la economía colombiana por mi nariz.

(Steve Tyler, Aerosmith)


- Sexo drogas y Rock & Roll deben ir en su justa medida, si te pasas con el sexo toda tu vida girará alrededor de él y no habrá nada más, si te pasas con las drogas no podrás hacer sexo ni R&R, y si te pasas con el Rock & roll acabarás haciendo cosas jodidamente anales como Dream Theater.

(Dregen, Backyard Babies)


- Entrevistador: ¿Tienes algún problema con el alcohol?

- Ozzy Osbourne: Si, no encuentro ningún bar.


- El Rock seguirá estando en lo mas alto mientras la gente siga bebiendo y cogiendo.

(David Coverdale, 1983)


- Limp Bizkit son como N’Sync pero con guitarras y con tatuajes.

(Scott Ian, Anthrax)


- Bon Scott meando en unos servicios, se le acerca un tio y le pregunta, medio riéndose:

- “Hombre, Bon Scott, tú que eres la AC o el DC ??” (en alusión a la referencia que hacían estas cuatro letras a los bisexuales en ambientes gays)

- Bon Scott: “Soy el rayo de en medio, pendejo”

- Y le dio un madrazo que lo dejó todo madreado.


- Dejó la banda por problemas médicos, me ponía enfermo…

(Ozzy sobre la salida de Carminne Appice de la banda)


- Si él tuvo huevos para operarse yo los tuve para echármelo a él.

(Lemmy respondiendo a la pregunta de si alguna vez había tenido relaciones con un transexual)

- Periodista: Lemmy..¿eres dios??


Lemmy: No, que va, una vez vi a Dios cuando estaba de drogo y Él era mucho mas alto.


- Me metí en el heavy metal para que me chuparan la verga. Ahora sigue siendo importante, pero también hay otras cosas.

(Blackie Lawless, W.A.S.P.)


- Vestir como mujeres, hablar como hombres y tocar como hijos de putaaaaaaaa.

(Twisted Sister)


- Un periodista pregunta a DeMaio:

“Si una ejecutiva de una importante discográfica te chantajease con acostarse con ella para fichar por su sello, ¿lo harías?”

Respuesta de Joey:

“No lo haría por entrar en su discográfica, me la follaría porque esa es mi misión en la Tierra. Esa es la misión de todos los hombres”.


- En una entrevista a Joey Demaio :

- ¿Que opinas de la gente que te critica aludiendo a tu machismo?

- Opino que esa gente debería coger mas


-En ese tiempo estábamos todos bien drogos. Acabábamos discutiendo con los árboles, pero lo peor es que a menudo ganaban ellos la discusión.

(Lemmy, Motorhead)


- ¡¡He vuelto de la muerte para joder a los medios de comunicación!!

(Phil Anselmo, de Pantera, recién despertado de una muerte clínica por sobredosis).


- Yo Dios??? No, sólo soy su mano derecha

(Gene Simmons, Kiss)


- Helloween solo es un pokito de tralala con algo de tralari y mucho lalala

(Kai Hansen, Gamma Ray)


- Aunque usemos el mismo productor, Metallica siempre será Metallica, no Bon Jovi, ni Mötley Crue

(Lars Ulrich, Metallica)


- Si hubiera nacido hace 160 años seria el típico charlatán que vende elixires y se pira con la pasta

(David Lee Roth)


En un entrevista a Dave Mustaine le preguntan si ha escuchado la versión del “Anarchy In U.K.” de Mötley Crue.

- Cuando entras en un bar, ves que hay dos tipos de servicios… pues esto es igual: tienes una versión para hombres, y otra para nenas.


- La temática de las letras ha ido evolucionando, ahora no tendría sentido sacar un disco y hablar sobre dragones...

(DIO, presentación del Anfry Machins 1996)


- Cuanto mas homosexuales haya mejor para mi, más mujeres libres habrá

(Joey Demaio, Manowar)


- El Rock seguirá estando en lo mas alto mientras la gente siga bebiendo y follando

(David Coverdale, 1983)


- Por menos de un millón de dólares no me levanto del sofá

(David Coverdale sobre el caché de Whitesnake)


-¿Quieres oírlo con voces? Pues coge y canta, tengo la garganta hecha una mierda, yo no te pediría un redoble si se te cayese un brazo

(James Hetfield a Lars Ulrich durante la grabación del negro en la que James se jodio la voz y Lars quería oír las voces)


- Si no estas conforme, llama a tu abogado, que llame al mío y lo arreglen, ahora estamos trabajando

(Bob Rock, productor de Metallica, a Lars Ulrich)


- Hace mucho tiempo creamos nuestra propia carretera para ir por ella. Y después de tantos años, todavía no hay nadie que pueda seguir por nuestro camino

(Kerry King de Slayer)


- Mi nombre es Dee Snider señorías, soy cantante de Twisted Sister y lo crean o no, no bebo, no fumo ni consumo drogas

(Dee Snider en un juicio del PMRC contra Twisted Sister)


- Si Motorhead se muda a tu vecindario, no crecería mas hierba en tu jardín

(Lemmy, Motorhead)


- Hemos pinchado nuestros discos del revés y hemos encontrado frases como “tomate otro pipermint” o “siéntate en esta silla nena”

(Glen Tipton y Kk Downing explicando al juez sobre la coincidencias casuales de poner un disco del revés)


-El verano de 1973 fue fantástico. No me acuerdo de nada, pero nunca lo olvidaré

(Lemmy, Motorhead)


miércoles, 1 de abril de 2009

Ahí les hablan!!!!!!


Cualquiera diría que lo que hace más de un siglo expresó el buen Jefferson fue concebido apenas unas semanas atrás.