miércoles, 30 de diciembre de 2009

Escribir, ¿sí o no o qué pues?



¿Existen razones para escribir?

Les traigo estas letras sueltas de Diego Enrique Osornio, un reportero que no pocas veces se ha jugado la vida allá afuera en el campo de batalla que se ha convertido este País de Dios en cada esquina. Lo publicó en su columna de Milenio Diario, Historias de Nadie, a ver qué tal les parece.


50 razones para escribir

1.- Escribir es recordar, poner al pasado a mirar el presente.
2.- Escribir para ajustar cuentas con uno mismo.
3.- Escribir a esa ropa que se pone y quita.
4.- Escribir cuando las cosas han cambiado o cuando siguen siendo las mismas.
5.- Escribir, encerrarse, ser libre.
6.- Escribir de cuerpo entero, acomodándose los lentes y con risas en el fondo.
7.- Escribir mientras sube y baja la nostalgia.
8.- Escribir en silencio, contra el silencio.
9.- Escribir es un privilegio económico y cultural, una responsabilidad.
10.- Escribir porque se piensa que la poesía es lo único eterno, porque se sabe que la poesía no es eterna.
11.- Escribir es ponerse en el lugar de otro, ser otro.
12.- Escribir para imaginar a Antígona cuando se acerca a Orestes y le dice: “Yo lloro, tú gobiernas”.
13.- Escribir a los ojos de alguien buscando correspondencia.
14.- Escribir para no mirar la televisión.
15.- Escribir cuando 15 millones de mexicanos trabajan sin papeles en Estados Unidos tras burlar un muro de mil 200 kilómetros y mil 800 torres vigilantes.
16.- Escribir mentiras de verdad, verdades de mentira.
17.- Escribir cómo se oye un rumor de pasillos, el vuelo de un cóndor que pasa encima de ti.
18.- Escribir hasta que el acta del servicio médico forense diga: “Muerte por exceso de trabajo”.
19.- Escribir enamorando a la vida, arriesgando la vida, siendo vida.
20.- Escribir la palabra horizonte, con su promesa de futuro anhelado.
21.- Escribir mensajes breves pero que acompañen la soledad de ciertas noches.
22.- Escribir como quien tiene por cómplice la vida.
23.- Escribir en su piel nuestra furia.
24.- Escribir para tener la certeza de que la vida es incierta.
25.- Escribir el mundo que no está hecho de palabras en latín y números romanos.
26.- Escribir contra el control de los mecanismos de la conciencia y la degradación.
27.- Escribir todo el tiempo que ella tarde en decidirse.
28.- Escribir para que las palabras tengan sentido, una vida independiente y propia.
29.- Escribir para desmentir.
30.- Escribir frente a la computadora, en la hora de cierre de un periódico.
31.- Escribir por encima de títulos y fechas, compartiendo el dolor, agachándose y arañando tierra.
32.- Escribir contra el control de los mecanismos de la conciencia y la degradación.
33.- Escribir la primera carta y meterla a una botella que se llevará el mar.
34.- Escribir un comunicado que informe pormenores sobre la caída de un amigo y el buen recuerdo que de él quedará.
35.- Escribir luego de la más reciente mentira.
36.- Escribir más cerca de la luz y de la tierra.
37.- Escribir de la felicidad y de su hermano el sufrimiento.
38.- Escribir con los ojos cansados, entre ceniceros, con el sueño pendiente, sin escuchar ciertas conversaciones y abrazándose a lo que ya no existe.
39.- Escribir para llegar a un lado y luego despedirse.
40.- Escribir sobre la condición del mundo y de lo que sucede.
41.- Escribir cuando ha llegado un buen recuerdo.
42.- Escribir incluso sobre una mesa de ping pong o en el trayecto en un autobús.
43.- Escribir, abrir las ventanas y dejar luego que corra el aire.
44.- Escribir como un perdedor que sabe cosas de la vida que nunca conocerán los ganadores.
45.- Escribir la historia de dos camaradas en una cama ruidosa.
46.- Escribir sobre todas las preguntas que no sabemos responder.
47.- Escribir sin deudas ni banderas.
48.- Escribir es arriesgarse, un camino de nubes.
49.- Escribir cuando no se está bailando.
50.- Escribir a solas.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Orcos en el nuevo milenio




Distrito 9

Nueva Zelanda-Sudáfrica

2009

Director: Neill Blomkamp

Productor: Peter Jackson

Lastimar y huir son verbos que van de la mano.

Desde el siglo 18, Voltaire ya señalaba que la barbarie no había sido suprimida por la civilización, sino que ésta, al contrario, la perfeccionó y la hizo más cruel. En los albores del siglo 21 reverberan las palabras de Ryszard Kapuscinski acerca del gran tema del nuevo milenio: la migración, calificada por el fallecido periodista como la combinación de la esperanza y la movilización.

Los conceptos anteriores son el complemento de realidades paralelas hermanadas por el desconcierto y el temor a lo diferente, lo extraño, lo ajeno. El debut en el largometraje de Neill Blomkamp, director de Distrito 9 es a la vez entretenimiento y lección. El uso de la pantalla grande como pizarrón para evidenciar la intolerancia.

Una nave extraterrestre en calidad de carcacha sideral llega a Sudáfrica hace 20 años, de ella bajan miles de alienígenas con forma de insecto que buscan en la Tierra un nuevo hogar, son hacinados en ghettos inmundos y peligrosos y terminan por convertirse en un estorbo, un leprosario aislado por mallas y rejas que, sin embargo, no pueden esconder el asco ni limitar la aversión.

Esa es la trama de la cinta, pero bajo la aparentemente simplona historia subyace el verdadero argumento: el ser humano necesita descargar su miedo en algo, culpar al otro para justificar su propio fracaso. No es casualidad que la película se desarrolle en la cuna del Apartheid, el fenómeno de segregación racial que nació en la década de los 40 para pintar la maléfica raya divisionista entre blancos y negros. Todavía no acababan los juicios de Nuremberg cuando en Johanesburgo los seres humanos tasaban su valor por la pigmentación de su piel.

A Peter Jackson, -el cineasta que consiguió la proeza de plasmar de una manera fidedigna la espectacular fantasía de la Tierra Media en la trilogía de El Señor de los Anillos-, le sobraban 30 millones de dólares de la fallida adaptación del videojuego Halo y decidió aprovecharlos en el proyecto de Blomkamp, quien iba a ser el animador de la cinta, y tenía un cortometraje grabado como falso documental llamado Alive en Joburg, en el que retrataba la problemática derivada de la discriminación a un grupo de extraterrestres que lucían como langostinos.

El resultado fue la taquillera Distrito 9, una película que, en palabras del mismo director, explora y explota los complejos humanos y la flexibilidad de sus emociones ante lo desconocido. La cinta tiene como protagonistas a seres del espacio exterior, pero el cuestionamiento es válido para cualquier parte del mundo en donde la migración es un fenómeno que alienta la violencia. La cinta bien pudo rodarse en las naciones del norte de África que son la puerta a Europa o la frontera entre México y Estados Unidos y la conclusión hubiera sido la misma: el desplazamiento de los desesperados genera un caos de ansiedad e intolerancia.

La trama entretiene, pero también asusta, porque lo real subyace bajo la imaginación a la espera de levantarse. Cruel testimonio es saber que durante la filmación de la película, a poca distancia del set, una turba mató a 40 personas, linchándolas y quemándolas vivas, ¿su pecado? Ser migrantes ilegales provenientes de Zimbawe.

Las naciones civilizadas siguen necesitando de los migrantes para culparlos de todos los males acumulados en los milenios, sin ellos, no quedaría más que verse al espejo, como escribió el poeta griego Constantino P. Cavafis en su poema Esperando a los Bárbaros: Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?. Esa gente, a fin y al cabo, era la solución.

En su adaptación de los libros de Tolkien, Peter Jackson dotó a los orcos, esos seres malignos, de una personalidad repugnante, los pintó con los colores del horror y la barbarie, los ojos salvajes y las fauces sedientas de sangre. Luego de ver los noticieros nos queda la duda de si en realidad la ficción cinematográfica seguirá como tal y los orcos sólo pertenecen a la mitología.


*Publicado en Manos Libres