jueves, 13 de septiembre de 2012

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Acuden hoy mis treinta y nueve años
para exigirme que los recuerde a todos.

Cuánto me conocen:
han sabido de mí toda la vida.

Algunos me reclaman
por haberlos gastado inutilmente

Otros piensan
que exageré en aquellas cosas tristes.

Los más habrían querido no escribir
consumirse en canciones.

Sin embargo, esperan reunidos en la mesa
que yo vuelva con un trago para todos.

Porque si alguno falta no seríamos lo mismo
nos prometemos seguir juntos.

Y decir ¡Salud!



Adaptación de un poema de Eduardo Langagne

viernes, 7 de septiembre de 2012

Maestro de los moneros

Me solicitaron amablemente que escribiera algo sobre el libro que presentó Milenio Jalisco sobre el caricaturista Manuel Falcón, a quien a pesar de no tener mucho tiempo de conocerlo le he tomado una gran estimación, cariiiiiiño y admiración. Esto me salió: un retrato tan fino y preciso como la foto que nos tomó Rich Boy saliendo de uno de los tantos programas de El Acordeón.


El monero bajo la lupa




El mote de “hijo adoptivo” que se lo pongan los políticos (que tanto les gusta usar ese término) Manuel Falcón Morales es un personaje que forma ya parte del anecdotario de la historia de la noble y leal ciudad y de este estado que ha sido diseccionado bajo la singular visión de uno de los mejores caricaturistas políticos del país. No es adoptado, Manuel renació aquí. Es tan tapatío como un tejuino de la Capilla de Jesús o un Picón del centro.

“Se los dije. Interiores de Manuel Falcón” (Milenio, 2012) es una buena aproximación al personaje a través de su propia memoria y las voces de amigos y damnificados de la grilla que han sido blanco de su trazo correcto y despiadado sentido del humor. Falcón se pitorrea de los andamiajes políticos porque conoce y reinterpreta a todos los changos que cuelgan en las tramoyas y sus diferentes mecates. Sus cartones son atinados doblemente: primero porque provocan carcajadas y segundo, y mas importante, por que desnudan realidades. A veces es suficiente con mirar el rectángulo de 18x13 que aparece en la página 3 de Milenio Jalisco para entender toda una circunstancia política que está ocurriendo. No han sido pocas las veces que la “exclusiva” se la ha llevado Falcón.

Si para entender la forma hay que analizar el fondo, la publicación del libro escrito por el periodista Carlos Rosas permite sumergirse un rato en los orígenes del monero que dieron impulso al origen del mono… pintado. Rebelde sin causas ajenas, Manuel Falcón arrancó su carrera desde el momento en que supo cómo agarrar un lápiz para dibujar. El niño que garabateaba en un cuaderno en realidad anticipaba profecías de una trayectoria que será considerada brillante. La influencia de las caricaturas y los programas estadounidenses vistos y escuchados en su idioma original por el niño Falcón cautivado desde este lado de la frontera en su natal Nuevo Laredo, Tamaulipas, le fueron enseñando el ritmo y la cadencia que tanto le servirían después para contar historias. Influencia no mata destino, ni gustos, la técnica de Falcón pudo comenzar bajo el embrujo de las Silly Symphonies, pero los orígenes del humor corrosivo y desmadroso parecen mas emparentados con los Looney Tunes. Falcón le debe más a Groucho Marx y el Pato Lucas que a Mickey Mouse y Harold Lloyd.

De manera atinada, Carlos Rosas nos sumerge en el universo falconiano para mostrar los antecedentes del monero, parte de la historia personal y familiar, que obviamente, fueron determinantes en la personalidad del caricaturista del otrora bigote poblado, los lentes que nunca fallan y el Bugs Bunny en la solapa. El ventaneo genealógico sirve pues, como contexto para tratar de entender (sólo tratar) a un tipo que como misterio metafísico, nunca podremos comprender del todo aunque su personalidad nos siga fascinando, casi un acto de fe. El análisis freudiano ya lo hace él por medio de su blog y en sus soliloquios de El Acordeón. A nosotros nos toca y nos basta con el despliegue del talento a través de sus cartones, sonoras trompetillas a la clase política jalisquilla-nacional y al mismo tiempo radiografía de la grilla de altas y bajas esferas.

En el libro, en el que hay que aclarar, no tuvo nada que ver en su producción y comercialización, el homenajeado esboza parte del éxito para la disección de especímenes de todos los pelajes y colores: la conversación que afloja las lenguas y las desconfianzas en medio de las ensaladas, el diálogo cafetero en el que el grillo oculta sus razones y expone sus estrategias. Falcón sabe el ABC de la política porque primero decodificó el genoma del grillo y evitar juzgar, siempre tratar de entender, nunca exhibir la vida personal. Algún día, Manuel me contó que el imponente Javier García Paniagua le dijo que a diferencia de los caricaturistas capitalinos, él era alguien con quien se podía platicar. Falcón se convirtió en alguien que termina transfigurando las palabras en líneas de tinta china.

Así, Manuel Falcón disecciona la realidad política con filo de bisturí y precisión de misil teledirigido. Su estilo no es el de los dibujos de tipos con trajes finos y labia rebuscada. Nos hace reír porque nos enseña los paños menores de la grilla de postín con métodos charros, el cachondeo y el rico vacilón del oficialismo con tonos de mariachi y el festín chapucero del legislador vago y trácala. Los rituales del caos de la prendedera de incienso a las autoridades en turno son ridiculizados por un monero al que todos temen, respetan y en una de esas hasta estiman en la misma magnitud. Al fin de cuentas su firma alcanzó ya la figura del termómetro público. Todavía no eres relevante si no te ha dibujado Falcón.

Milenio lo homenajeó acomodando, haiga sido como haiga sido, un texto en 96 páginas lo que provocó que la publicación parezca una estrategia mercadológica para promover lupas, hay historietas que no hay modo de leer si no se tiene vista de relojero. Aún así, quizá todo es una alegoría al homenajeado: escudriñar, ver entre líneas y fijarse siempre en la letra chiquita. Los cartones de Falcón muestran monos que siempre tienen diferentes lecturas, incluso algunas que no se ven a simple vista.

¡Ah, los benditos editores!



La mayoría, sino es que todos los que nos hemos dedicado al periodismo hemos sufrido los embates inmisericordes de algún editor que considera que lo que tenemos para contar tiene demasiadas palabras. No voy a ponerme aquí a despotricar sobre la difícil e ingrata tarea de la edicion, donde los responsables sufren el síndrome del cuetero, hagan lo que hagan, por lo general alguien se los va a reclamar.

Sin embargo, hay veces que los cortes duelen mas que otras. Como la ocasión en que me mandaron a la Cruz de Huanacaxtle al día siguiente de una espectacular corretiza entre narcos y militares con granadazos y hartos casquillos de por medio. El planteamiento fue que escribiera una crónica sobre un destino turístico luego del impacto de un enfrentamiento. Fui, estuve unas horas hasta que me corrieron del pueblo (esa es otra historia) y me senté a escribir. Lo primero que leerán es lo que salió de mi ronco pecho luego de que me dijeron que siempre iba a ir el texto de la mitad de lo que me habían dicho al principio. Lo edité y lo mandé, luego
Mas abajo encontrarán lo que fue publicado. Como dice el gringo: No Comments.


En la Cruz de Huanacaxtle las calles huelen a sal y a miedo.

Los vecinos de las calles de Camarón y Marlin, donde cayó abatido uno de los pistoleros que se enfrentó el jueves contra miembros del ejército aseguran que por más que refregaron la banqueta aún se puede oler la sangre que en abundancia pintó el cemento de un rojo oscuro.

Los pobladores que subsisten de la pesca y el turismo están temerosos, no solo de los narcotraficantes que agarraron el poblado como base de operaciones, también se preocupan porque la violencia les espante a los visitantes que llegan a las playas de la zona.

La versión de las autoridades indica que murió uno de los sicarios y cuatro militares resultaron heridos durante el enfrentamiento, mientras los otros tres sospechosos fueron arrestados. Los rumores en las calles hablan de otros cinco maleantes caídos en otra balacera a las afueras del poblado, pero no saben decir dónde.

“No vaya para la Cruz ahorita, no le conviene”, dice un taxista en Bucerías.

“El pueblo está caliente y no por el solazo”, agrega.

Si el jueves el pequeño poblado rebosaba de militares y policías, ayer parecía como si hubiera un toque de queda a mediodía. Un calor húmedo de 34 grados centígrados empapa las camisetas de sudor y adormece la actividad por las calles. A los habitantes de la Cruz les ha tocado ya padecer el calvario de la desconfianza hasta con sus vecinos de toda la vida.

El retén militar colcado sobre la carretera a Vallarta en el cruce con el poblado sigue funcionando aunque se observan sólo unos pocos soldados, en las calles ya no se detecta la presencia del Ejército.

Enclavado en una zona de alto potencial turístico, los lugareños ven cómo a unos centenares de metros de sus calles sin pavimentar se levantan colosos de cinco estrellas con vista al mar, con letreros que anuncian los precios en dólares y las bondades del clima en inglés. Deportistas y funcionarios compran casas en el área mientras en los suburbios, ahí donde los focos fundidos del alumbrado público no han sido cambiados, el narcomenudeo crece y nuevos y peligrosos inquilinos llegan y no precisamente a hacer turismo.

Ahí, a unos pasos de esos paraísos artificiosos, los gatilleros atacaron con armas de grueso calibre y una granada de fragmentación a los militares. El muerto, identificado como Silverio del Ángel Federico, de Ciudad Camargo, Tamaulipas, cayó con un tiro de un fusil G-3 incrustrado en el pecho, frente a dos frondosos Huanacaxtles que adornan un costado de la placita principal. Los vecinos escucharon las ráfagas, se alejaron de las ventanas mientras tronaron los balazos, para luego asomarse a ver qué había pasado.

“Se dieron duro, como si estuviéramos en guerra, pero ya sabíamos que un día algo así iba a pasar”, dice un lugareño con una mueca pintada en el rostro.

En la Playa La Manzanilla, muchos turistas no saben qué ha pasado y los meseros guardan un prudente silencio para no espantar a la clientela. “Fue una balacerita nomás”, dice uno de ellos.

Y es que el miedo a quedarse sin trabajo es mayor que el temor a las balas perdidas



Temen pérdidas en turismo
Mural

 
(23-Ago-2008).-



MURAL / Staff


LA CRUZ DE HUANACAXTLE, Nay.- Los vecinos de las calles de Camarón y Marlin, donde cayó abatido uno de los pistoleros que se enfrentó el jueves contra el Ejército, aseguran que por más que limpiaron la banqueta, aún se puede oler la sangre que pintó el cemento de un rojo oscuro.

Los pobladores que subsisten de la pesca y el turismo están temerosos, no sólo de los narcotraficantes que tomaron el poblado como base de operaciones, también se preocupan porque la violencia les espante a los visitantes que llegan a las playas de la zona.


"No vaya para la Cruz ahorita, no le conviene", dice un taxista en Bucerías.


"El pueblo está caliente y no por el solazo", agrega.


Si el jueves el pequeño poblado rebosaba de militares y policías, ayer parecía como si hubiera un toque de queda a mediodía.

El muerto del jueves, identificado como Silverio del Ángel Federico, de Ciudad Camargo, Tamaulipas, cayó con un tiro de fusil G-3 incrustado en el pecho, frente a dos frondosos huanacaxtles que adornan un costado de la plaza principal.

"Se dieron duro, como si estuviéramos en guerra, pero ya sabíamos que un día algo así iba a pasar", dice un lugareño.