jueves, 29 de noviembre de 2012

Con ustedes, un maestro


 
Les dejo este pequeño perfil que publicó el Suplemento Filias de Milenio sobre uno de los mejores reporteros del mundo y que nos hizo el honor de acompañarnos en el Encuentro Internacional de Periodistas.
Jon Lee Anderson, el viajero inagotable

Por José Alonso Torres


Las anécdotas que se cuentan de Jon Lee Anderson darían para escribir un libro tan apasionante como las historias que narra quien es considerado por muchos el mejor reportero del mundo y que participará en el Octavo Encuentro Internacional de Periodistas en la Feria Internacional del Libro

Nació en California pero su patria es el mundo. Viajero inagotable carcomido por la curiosidad y el atrevimiento, Jon Lee Anderson comenzó en la adolescencia un periplo que ahora se antoja sempiterno. Sus libros y sus historias publicadas en los periódicos y las revistas más prestigiadas del mundo dan cuenta de su vocación de testigo errante, de reportero que no se puede ni debe estar quieto para seguir narrando el desarrollo de la Historia contemporánea. Sus letras son el registro meticuloso de los ojos de un periodista que nunca pisó un aula  en la materia pero aprendió el oficio desgastando la suela de los zapatos. Observador de primera línea de una realidad que a pesar de internet, a veces sigue pareciendo lejana, onírica cuando no se nos presenta bajo el escrutinio de Jon Lee, quien a través de guiños y detalles va desmenuzando la naturaleza humana de las tragedias más horribles y desesperanzadoras, pero sin dejar de aportar el dato, el instante que nos hace comprender que aún los tiranos merecen redención y una justicia que ellos mismos no conciben y que las personas son más complejas que los análisis fríos y descoloridos que se hacen a la distancia desde las agencias informativas y las corresponsalías.

En una entrevista realizada durante su participación en el Segundo Encuentro de Cronistas de Indias, realizado en la Ciudad de México bajo el auspicio de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, Jon Lee Anderson le contó a Animal Político que el principal enemigo de un periodista es la falta de curiosidad. El escritor desertó de la escuela secundaria para enrolarse en el enorme campo de batalla que es el mundo. Siendo el hijo de un matrimonio compuesto por una madre escritora de libros infantiles y un padre cuya vocación permanece en el misterio, su infancia transcurrió entre cuatro continentes: vivió en Corea del Sur, Colombia, Taiwán, Indonesia, Liberia e Inglaterra, además de Estados Unidos. Pedirle que se quedara quieto sería un exceso, así que antes de cumplir 15 años de edad ya se había ido a recorrer África.

Jon Lee llegó al nuevo milenio diseccionando con precisión el siglo anterior desde la barbarie de las naciones remotas, reinos del caos y la opulencia, tronos caídos y revoluciones desencantadas. Probador de múltiples oficios se dio cuenta que podría sobrevivir de y con la escritura, pero nunca detrás de un escritorio. El periodismo le dio la fórmula mágica para no echar raíces y desde que en su juventud comenzó su carrera como reportero en un diario de Lima, Perú, al que llegó sin experiencia y con el currículo basado en su convencimiento de que sabía escribir comenzó una carrera a prueba de destinos finales. Son numerosos los conflictos armados, rebeliones y revoluciones que ha cubierto, es más valioso aún el testimonio de sus experiencias. Sus historias le han dado la vuelta al globo casi tanto como su persona. Sus escritos se han convertido en una referencia obligada para entender nuestra actualidad. The New Yorker, su publicación de planta sabe que a Jon Lee Anderson le caracterizan dos cosas: siempre tiene la maleta hecha y regresará con una buena historia que contar. La vida se convirtió en un movimiento perpetuo en el que  encontramos al narrador caminando hacia un nuevo destino, nada mal para alguien que en su juventud estuvo a punto de quedarse cojo por culpa de un machete demasiado afilado.

Jon Lee Anderson tiene un hermano que también es periodista y escritor: Scott, otro viajero empedernido que ha transitado tanto los caminos de la guerra como los senderos de la ficción. (Incluso, uno de sus libros, Triage, relato sobre corresponsales de guerra en Kurdistán  fue llevado al cine hace un par de años). Los  dos Anderson han formado un fuerte vínculo que va más allá del parentesco. Hermanos de sangre y pólvora, la curiosidad por descubrir y contar historias los unió desde la juventud. En un artículo publicado por Reader´s Digest en el 2001, Scott reveló algunas anécdotas de su pariente y los consejos que éste le daba cuando los dos andaban persiguiendo guerras por todo el planeta. También relató la preocupación que sufrió la familia cuando en 1975 al regresar a casa después de la escuela sus padres lo estaban esperando con una postal enviada por Jon Lee desde Honduras en que con gran simpleza el hermano mayor les enviaba un mensaje de un turista cualquiera que habla de manera general sobre la playa, pero con una posdata aterradora: “”Escribo esto desde un hospital, accidentalmente pateé un machete y me abrí el pie derecho, los médicos dicen que está infectado y probablemente gangrenado. Quizá haya que amputar. Bueno c´est la vie”.

Scott Anderson fue a Honduras a buscar a su hermano “enfermo” a quien encontró ya saludable y bronceado, la penicilina había surtido efecto durante el mes que tardó la tarjeta postal en llegar a casa, sin embargo, Jon Lee ya tenía otros planes inquietos para compartir: el viaje sirvió para hacer un viaje y cimentar una camaradería permanente, incluso hicieron una competencia para ver quién visitaba más países. A la fecha de la publicación del testimonio del menor de los Anderson, Jon Lee sumaba 77 países y su hermano Scott 75. Y de eso hace más de 10 años.

El autor de libros como “La caída de Bagdad”, “El dictador, los demonios y otras crónicas”, “Che Guevara, una vida revolucionaria”, entre otros, mantiene un intenso ritmo de escritura y viajes que lo llevan dando tumbos por el mapamundi donde exista una buena historia, mas que una noticia para contar; Jon Lee Anderson lo dejó en claro durante un taller que dio en Cartagena de Indias, Colombia, en el 2002, en el que señaló que las noticias dejan de tener trascendencia y “objetivizan” al ser humano mientras las historias rescatan el valor de las personas. Bajo esa mirada se puede escudriñar el alma de los avasallados, pero también de los tiranos descritos por él, como Gaddaffi, cuyo descenso describió no sólo por medio del relato del derrumbamiento de un dictador, sino del desmoronamiento del imperio narrando la destrucción de los aposentos del libio; o la personalidad de  George Taylor, el ex dictador de Liberia, en cuya figura vio la maldad extrema, al punto de escribir en la excelsa revista peruana Etiqueta Negra  que si alguien tenía la molestia de fulminarlo de una vez, se salvarían miles de vidas.

Juan Villoro comentó que el periodista maneja el español con la inquietante pericia de los agentes dobles, como un personaje de alguna novela de Graham Greene , uno de los autores favoritos del reportero. Jon Lee escribe muy bien las malas noticias. Sus viajes son su territorio, ha cruzado el atlántico varias veces este año y estará en estas latitudes de nuevo, para el Encuentro Internacional de Periodistas del 28 de noviembre al 1 de diciembre que organiza la Dirección General de Medios de la UdeG y en el que ya participó en el 2009. En esta ocasión trae un nuevo libro bajo el brazo: “La Herencia Colonial y otras maldiciones” y participará en la mesa “Cronistas bajo fuego, cómo contar historias en medio de la guerra” junto a su colega del New Yorker, Bill Finnegan y el escritor y periodista Francisco Goldman, además de presentar los libros de algunos colegas.

 El reportero que no desaprovecha ningún instante para investigar, llegará a Guadalajara a compartir sus experiencias… a menos que en algún rincón del mundo estalle una nueva guerra que atestiguar, pues como dijo Graham Greene: el peligro es el gran remedio para el aburrimiento.