Les dejo este pequeño perfil que publicó el Suplemento Filias de Milenio sobre uno de los mejores reporteros del mundo y que nos hizo el honor de acompañarnos en el Encuentro Internacional de Periodistas.
Jon Lee Anderson, el viajero inagotable
Por José Alonso
Torres
Las anécdotas que se cuentan de Jon Lee Anderson darían para escribir un libro
tan apasionante como las historias que narra quien es considerado por muchos el
mejor reportero del mundo y que participará en el Octavo Encuentro
Internacional de Periodistas en la Feria Internacional del Libro
Nació en
California pero su patria es el mundo. Viajero inagotable carcomido por la
curiosidad y el atrevimiento, Jon Lee Anderson comenzó en la adolescencia un
periplo que ahora se antoja sempiterno. Sus libros y sus historias publicadas
en los periódicos y las revistas más prestigiadas del mundo dan cuenta de su
vocación de testigo errante, de reportero que no se puede ni debe estar quieto
para seguir narrando el desarrollo de la Historia contemporánea. Sus letras son
el registro meticuloso de los ojos de un periodista que nunca pisó un aula en la materia pero aprendió el oficio
desgastando la suela de los zapatos. Observador de primera línea de una realidad
que a pesar de internet, a veces sigue pareciendo lejana, onírica cuando no se
nos presenta bajo el escrutinio de Jon Lee, quien a través de guiños y detalles
va desmenuzando la naturaleza humana de las tragedias más horribles y
desesperanzadoras, pero sin dejar de aportar el dato, el instante que nos hace
comprender que aún los tiranos merecen redención y una justicia que ellos
mismos no conciben y que las personas son más complejas que los análisis fríos
y descoloridos que se hacen a la distancia desde las agencias informativas y
las corresponsalías.
En una
entrevista realizada durante su participación en el Segundo Encuentro de
Cronistas de Indias, realizado en la Ciudad de México bajo el auspicio de la
Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, Jon Lee Anderson le contó a
Animal Político que el principal enemigo de un periodista es la falta de
curiosidad. El escritor desertó de la escuela secundaria para enrolarse en el enorme
campo de batalla que es el mundo. Siendo el hijo de un matrimonio compuesto por
una madre escritora de libros infantiles y un padre cuya vocación permanece en
el misterio, su infancia transcurrió entre cuatro continentes: vivió en Corea
del Sur, Colombia, Taiwán, Indonesia, Liberia e Inglaterra, además de Estados
Unidos. Pedirle que se quedara quieto sería un exceso, así que antes de cumplir
15 años de edad ya se había ido a recorrer África.
Jon Lee llegó
al nuevo milenio diseccionando con precisión el siglo anterior desde la
barbarie de las naciones remotas, reinos del caos y la opulencia, tronos caídos
y revoluciones desencantadas. Probador de múltiples oficios se dio cuenta que
podría sobrevivir de y con la escritura, pero nunca detrás de un escritorio. El
periodismo le dio la fórmula mágica para no echar raíces y desde que en su
juventud comenzó su carrera como reportero en un diario de Lima, Perú, al que
llegó sin experiencia y con el currículo basado en su convencimiento de que
sabía escribir comenzó una carrera a prueba de destinos finales. Son numerosos
los conflictos armados, rebeliones y revoluciones que ha cubierto, es más
valioso aún el testimonio de sus experiencias. Sus historias le han dado la
vuelta al globo casi tanto como su persona. Sus escritos se han convertido en
una referencia obligada para entender nuestra actualidad. The New Yorker, su
publicación de planta sabe que a Jon Lee Anderson le caracterizan dos cosas:
siempre tiene la maleta hecha y regresará con una buena historia que contar. La
vida se convirtió en un movimiento perpetuo en el que encontramos al narrador caminando hacia un
nuevo destino, nada mal para alguien que en su juventud estuvo a punto de
quedarse cojo por culpa de un machete demasiado afilado.
Jon Lee
Anderson tiene un hermano que también es periodista y escritor: Scott, otro
viajero empedernido que ha transitado tanto los caminos de la guerra como los
senderos de la ficción. (Incluso, uno de sus libros, Triage, relato sobre
corresponsales de guerra en Kurdistán
fue llevado al cine hace un par de años). Los dos Anderson han formado un fuerte vínculo
que va más allá del parentesco. Hermanos de sangre y pólvora, la curiosidad por
descubrir y contar historias los unió desde la juventud. En un artículo
publicado por Reader´s Digest en el 2001, Scott reveló algunas anécdotas de su
pariente y los consejos que éste le daba cuando los dos andaban persiguiendo
guerras por todo el planeta. También relató la preocupación que sufrió la
familia cuando en 1975 al regresar a casa después de la escuela sus padres lo
estaban esperando con una postal enviada por Jon Lee desde Honduras en que con
gran simpleza el hermano mayor les enviaba un mensaje de un turista cualquiera que
habla de manera general sobre la playa, pero con una posdata aterradora:
“”Escribo esto desde un hospital, accidentalmente pateé un machete y me abrí el
pie derecho, los médicos dicen que está infectado y probablemente gangrenado.
Quizá haya que amputar. Bueno c´est la
vie”.
Scott Anderson
fue a Honduras a buscar a su hermano “enfermo” a quien encontró ya saludable y
bronceado, la penicilina había surtido efecto durante el mes que tardó la
tarjeta postal en llegar a casa, sin embargo, Jon Lee ya tenía otros planes
inquietos para compartir: el viaje sirvió para hacer un viaje y cimentar una
camaradería permanente, incluso hicieron una competencia para ver quién
visitaba más países. A la fecha de la publicación del testimonio del menor de
los Anderson, Jon Lee sumaba 77 países y su hermano Scott 75. Y de eso hace más
de 10 años.
El autor de
libros como “La caída de Bagdad”, “El dictador, los demonios y otras crónicas”,
“Che Guevara, una vida revolucionaria”, entre otros, mantiene un intenso ritmo
de escritura y viajes que lo llevan dando tumbos por el mapamundi donde exista
una buena historia, mas que una noticia para contar; Jon Lee Anderson lo dejó
en claro durante un taller que dio en Cartagena de Indias, Colombia, en el
2002, en el que señaló que las noticias dejan de tener trascendencia y “objetivizan”
al ser humano mientras las historias rescatan el valor de las personas. Bajo
esa mirada se puede escudriñar el alma de los avasallados, pero también de los
tiranos descritos por él, como Gaddaffi, cuyo descenso describió no sólo por
medio del relato del derrumbamiento de un dictador, sino del desmoronamiento
del imperio narrando la destrucción de los aposentos del libio; o la
personalidad de George Taylor, el ex
dictador de Liberia, en cuya figura vio la maldad extrema, al punto de escribir
en la excelsa revista peruana Etiqueta Negra
que si alguien tenía la molestia de fulminarlo de una vez, se salvarían
miles de vidas.
Juan Villoro
comentó que el periodista maneja el español con la inquietante pericia de los
agentes dobles, como un personaje de alguna novela de Graham Greene , uno de los
autores favoritos del reportero. Jon Lee escribe muy bien las malas noticias. Sus
viajes son su territorio, ha cruzado el atlántico varias veces este año y
estará en estas latitudes de nuevo, para el Encuentro Internacional de
Periodistas del 28 de noviembre al 1 de diciembre que organiza la Dirección
General de Medios de la UdeG y en el que ya participó en el 2009. En esta
ocasión trae un nuevo libro bajo el brazo: “La Herencia Colonial y otras maldiciones”
y participará en la mesa “Cronistas bajo fuego, cómo contar historias en medio
de la guerra” junto a su colega del New Yorker, Bill Finnegan y el escritor y
periodista Francisco Goldman, además de presentar los libros de algunos colegas.
El reportero que no desaprovecha ningún
instante para investigar, llegará a Guadalajara a compartir sus experiencias… a
menos que en algún rincón del mundo estalle una nueva guerra que atestiguar,
pues como dijo Graham Greene: el peligro es el gran remedio para el
aburrimiento.