Seamos honestos. Cuando uno planea venir de vacaciones a Estados Unidos, el decir "voy a planear mis días para turistear por Portland, Oregon", no está entre los planes.
Ubicado en la punta este del territorio gringo y pa acabarla de amolar, debajo de la Ciudad de Seattle,, el Estado de Oregon no es el más llamativo para los visitantes, yo nomás sabía que de ahí son los Blazers , ese equipo de basquet donde jugaba el tremendo Clyde Drexler que siempre sucumbía en las finales contra los Toros de Chicago.
Pero hasta acá llegamos a torear el chiflón y me llevé una agradable sopresa, Portlan es una ciudad chiquita pero a la que no le falta nada, no tiene impuestos de venta y el transporte urbano en las principales calles de la ciudad es gratuito. Se nota que aquí es el hogar de Matt Groening, creador de los Simpson y quien tomó de el nombre de sus calles, sus referencias para los amarillentos personajes. Así, puedo presumir que me compré unos pantalones escandalosos en la calle Flanders y comí sopa tailandesa en la calle del reverendo Alegría (que en inglés se llama Lovejoy).
Desde el aire, se nota cómo el otoño va pintando a su paso el paisaje con sus tonos encendidos. los rojos cobrizos textura de viga oxidada y el colorado emo se confunden con el amarillo vivo sobre las flores y las hojas de los miles de árboles que decoran las aceras, es como caminar en medio de una vereda de antorchas encendidas de fuego frío. Chulada de maiz prieto.
La gente es liberal, aunque más al este se concentran los conservadores nada artificiales que nunca dejan de votar. Aquí hay agua nieve y arena, pues la playa muestra el espejo que refleja hacia los rostros un gèlido aliento del oceáno Pacifico, es curioso el olor de la sal mezclado con el de los pinos, me recuerda al del orégano sobre una hogaza de pan salado.
El curso, maravilloso, platiqué con dos Pulitzer y me di cuenta de que en todas partes los periodistas pasan por los mismos momentos ingratos y dichosos del oficio. Tomé lo que me servía y deseché las contradicciones de siempre. Lo que me gusta es el espìritu autocrítico de estos periodistas que sin tapujos aceptan el mea culpa de sus metidotas de pata (como el asunto aquel chistosito de las armas de destrucción masiva en Irak).
Me siento feliz porque mi oficio me está permitiendo conocer la riqueza que emana de conocer otrs lugares, otras voces y otros colores de pensamiento, adoro lo que hago y con pesar, me doy cuenta de que para seguir queriendo y realizando lo que quiero, deberé tomar decisiones en mi futuro. El periodismo me lo ha dado todo, pero, hermanos, también he pagado mi tributo con sangre y ustedes lo saben. Nada me han regalado, todo, o casi todo, me lo gané a punta de aguantar varazos en el lomo.
Mejor los dejo con otra foto, antes de que me ponga nostálgico. Acá nomás no encuentro ni tortillas Milpa Real.
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