jueves, 2 de octubre de 2008
Otro aguardiente por favor
Hoy atardecí con ganas de escuchar a Tom Waits.
Extraño las borracheras con los compas de Radio Universidad en tugurios oscuros y de dudosa reputación en los que tomábamos licores extravagantes que lo mismo provocaban encendidas discusiones que despintaban azulejos y podían usarse para rebajar el esmalte para las uñas, casi casi como escenario para canción del buen Tomás, ese crooner bendito por las maldiciones del alcohol.
El californiano que cumplirá 60 años el próximo comenzó a trabajar en cabarets, donde seguramente se nutrió del vaho de los borrachos y se respiró el humos gastado de cigarros sin filtro que adornan con sus olores sus canciones. Oir a Waits remite a Kerouac y a Bukowsky, pero seguramente con sus adecuaciones podría ser el soundtrack de pulquería rascuache que se respete donde la rockola toque canciones de Toña la negra, déjenme soñar pues.
A veces, cuando no anda de genio, se junta con otro ídem, como Marc Ribot y sacan juntos joyitas del subterráneo, poesía de cloaca, maravillosas notas rasgadas desde la negrura de una noche larga de farras inconfesables donde abunden canciones y odaliscas ebrias.
Les dejo esta pieza, Hoist that Rag, de su maravilloso Real Gone. Échenle un cinco falso al piano y que siga el vacilón.
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