Guadalajara, México (31 agosto 2008).- La luz del día se fue muriendo al mismo tiempo que miles de pequeñas luces le daban vida a la noche. La marcha contra la inseguridad se convirtió en un río de "luciérnagas" atravesando una parte de la Ciudad.
Las últimas gotas de una lluvia, que por momentos fue torrencial, se mezclaron con las lágrimas en la cara de una mujer que vio morir a su hijo en pleno día de las madres. Rosario Zubieta solloza, los labios temblorosos de coraje dejaban escapar las emociones de su impotencia, pero no llegó a la marcha a maldecir, sino a sumarse al esfuerzo ciudadano que dice ¡Ya basta!
"Se metieron tres personas (a la casa), mataron a mi hijo de 27 años el día 10 de mayo, no es posible que las autoridades diario digan que es un ajuste de cuentas para lavarse las manos y que no actúen ni hagan nada", se lamenta la mujer, quien vive en el centro de Guadalajara.
Ayer la lluvia caía con furia en el área donde arrancaría la marcha. Minutos antes de las 18:00 horas, el cruce de Chapultepec y Vallarta era un paisaje casi desolado decorado con una cortina de agua, unas pocas personas vestidas de blanco se apretujaban bajo las marquesinas y en los recovecos de las tiendas para no mojarse. Parecía que la protesta silenciosa llamada "Iluminemos México" sería apagada por el mal clima.
Los elementos de la Secretaría de Vialidad apostados en el cruce para cuidar a los participantes calculaban que éstos sumaban unos mil, la lluvia cesó y como si fueran hongos silvestres que afloran a los pies de los árboles en el bosque, comenzaron a brotar de todas partes pequeños grupos de personas que se sumaban al contingente. El asfalto gris se cubrió con una alfombra blanca de camisetas y chamarras.
Parejas de ancianos que se apoyan uno en el otro, jóvenes matrimonios que se lanzan miradas cómplices, monjitas de la orden de las Siervas de Jesús Sacramentado, trabajadores del Ayuntamiento de Tlaquepaque formados en fila, familias con hijos de todos tamaños. Todos esperando la señal de avance, con la vela en una mano y un encendedor en la otra para cuando den la orden. Personas de todos los estratos sociales caminaron hombro con hombro, quizá la única característica que comparten es que gran parte de ellos ha sufrido de cerca la violencia.
La monjita Leticia Monserrat sintió el frío de un cuchillo en su vientre cuando la amenazaron para quitarle su celular, Juan Alonso Gutiérrez ha sido asaltado dos veces en su tiendita con lujo de violencia. La inseguridad no respeta credo ni edades.
A las 19:20 horas por fin arrancó la marcha que lo que menos tuvo fue silencio. Los manifestantes no se despegaban ni de sus veladoras y linternas, pero tampoco de su celular, fue como la Vía RecreActiva sin bicicletas, pero era demasiada la tentación de compartir impresiones y vivencias en voz alta como para no sucumbir ante ella.
Veinte mil personas, según Protección Civil del Estado, caminaron hacia la Minerva con las esperanzas encendidas en que las autoridades escucharan el murmullo del descontento que corre de boca en boca por las calles. El desfile de destellos peregrinaba hacia el punto final, el cual se atascó de gente que con enjundia cantó y gritó el Himno Nacional.
Las luces se apagaron y la gente emprendió el camino de regreso, dejando atrás a la fuente, símbolo de la Capital de Jalisco, esa que por el frente dice: "Justicia, Sabiduría y Fortaleza, custodian a esta leal Ciudad". Los ciudadanos anhelan, que ese lema se convierta en una realidad.
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