viernes, 30 de marzo de 2012

La niña que no podía respirar, pero no dejaba de sonreir.

A Carolina la conocí cuando ella tenía 14 años de edad y tres meses después de que quedó paralizada a causa de la estupidez de un chofer del transporte público.

El día del accidente, el chofer, que aparentemente iba ebrio, conducía un microbús a exceso de velocidad y se volcó causando la muerte de una amiga de Carolina y heridas a 30 personas, entre ellas la niña amante de las canciones pop quien lo único que recordaba era el crujir de su espina
dorsal y su cuello mientras todo daba vueltas.


Me conmovieron sus ganas de vivir a pesar de todo, su esperanza y sueño de algún día volver a caminar, pero sobre todo, su capacidad de seguir sonriendo. Su sonrisa removía en mí sensaciones extrañas: me hacia reflexionar sobre lo afortunados que somos quienes al tener salud lo tenemos todo y que algo tan cotidiano como ir caminando a la tienda de la esquina, para otra persona puede ser la aspiración mas anhelada. Lo común convertido en lo milagroso.

Hoy murió Carolina por una insuficiencia respiratoria. Sus padres tuvieron que pelear siempre para que los transportistas se hicieran responsables de la negligencia de un chofer
imbécil. Carolina ya nunca se levantó y hoy se envuelve en la eternidad de mi memoria con una sonrisa en los labios.





Sufre Carolina por mal chofer
Mural
(02-Jun-2008).-
La voz se le ha ido, quizás para siempre, y a pesar de ello la sonrisa de la niña, la cual por un accidente del transporte urbano quedó paralizada del cuello hacia abajo, transmite un optimismo que su garganta no puede gritar.

Un silbido agudo y acompasado, como el de un fuelle bombeando con fuerza en una herrería, es el sonido del respirador automatizado que mantiene con vida a Laura Carolina Mendoza Villa.
Sobre la cama 333 del tercer piso de Pediatría del Centro Médico de Occidente, Laura Carolina, de 14 años, desvía la mirada hacia el ventanal desde donde se observa la mancha urbana. Allá afuera hay movimiento y caos, ajetreo del cual ella no volverá a formar parte. Toma fuerza y quiere hablar, una palabra escapa de sus labios y después... el silencio, la respiración se agita por el esfuerzo. Su familia le ve el lado positivo al asunto, cuando llegó, después del accidente del 10 de abril cerca del Cerro del Tesoro, sólo podía mover los ojos.

Recuerda que iba sentada en la parte trasera, junto a la puerta de un minibús de la Ruta 30 que la regresaba a su hogar junto con otros estudiantes. El chofer estaba borracho, le han contado. Ella no recuerda, a su mente únicamente llegan las memorias del mundo de gente y objetos dando vueltas que se le viene encima, gritos y golpes, su cuello cruje por el impacto, después
ya no volvió a sentir nada.

Sonríe y se dice afortunada por seguir en este mundo, su amiga Monserrat, un año mayor que ella no tuvo la misma suerte y falleció a unos centímetros de ella. A Caro, la estudiante de secundaria llena de vida, con 1.77 metros de estatura que le encanta bailar la fatalidad le tenía un
triste diagnóstico: cuadriplejia y respiración motora asistida, con secuelas permanentes que pueden ocasionar su muerte.
Bertha, la enfermera de turno, le presume a Caro su última pieza tejida y le hace bromas. La mamá, Rosa Isela, masajea las piernas de su hija mayor, de manera discreta toma el pie derecho de la niña y lo endereza, pero la extremidad inmediatamente se vuelve a doblar hacia adentro, secuelas de la parálisis.

En el percance hubo 30 heridos, pero la más grave es Caro, aunque el diagnóstico contrasta con su esperanza.

"Al principio no podía comer, no se podía mover nada ni hablar", informa su mamá en un tono que podría sonar triunfalista.

¡Cómo no tener fe, si ahora Caro come, puede decir unas palabras, mueve un poco el hombro derecho y tiene algo de sensibilidad en la planta de los pies. Hay casos en que los detalles más pequeños representan los más grandes milagros.

Con sus sueños de adolescente Caro prefiere pensar en que regresará a la escuela, a los libros que le gusta leer y a cantar las canciones de Belanova que le emocionan. Ni siquiera quiere pensar en el causante de su tragedia, es una chica llena de ilusiones que buscará hacerle frente a la vida
como venga.

Pero sus padres tienen que lidiar con las situaciones que se fugan de la zona de los sueños, el pelito legal con los transportistas sigue.

Los cuidados que deberá tener Caro el resto de su vida incluyen equipo y una enfermera especializada, se calcula que el costo de mantener a Caro con vida sin la asistencia social será de 15 mil pesos diarios.

Pero Caro, desde la inmovilidad abre sus grandes ojos y sigue sonriendo.
Foto tomada del sitio Crónica de Sociales.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y las autoridades bien gracias nunca hicieron ni han hecho NADA como dice Brozo HASTA EL CINISMO TIENE LIMITES

Unknown dijo...

Ella era mi tía y no tiene una idea de como la extraño:(

José Alonso Torres dijo...

Esa niña me cambió mucho mi visión sobre la vida. Nunca podré agradecerle. Nunca podré olvidarla. Bendita sea allá en la estrella desde la que esté observándonos.