viernes, 7 de septiembre de 2012

¡Ah, los benditos editores!



La mayoría, sino es que todos los que nos hemos dedicado al periodismo hemos sufrido los embates inmisericordes de algún editor que considera que lo que tenemos para contar tiene demasiadas palabras. No voy a ponerme aquí a despotricar sobre la difícil e ingrata tarea de la edicion, donde los responsables sufren el síndrome del cuetero, hagan lo que hagan, por lo general alguien se los va a reclamar.

Sin embargo, hay veces que los cortes duelen mas que otras. Como la ocasión en que me mandaron a la Cruz de Huanacaxtle al día siguiente de una espectacular corretiza entre narcos y militares con granadazos y hartos casquillos de por medio. El planteamiento fue que escribiera una crónica sobre un destino turístico luego del impacto de un enfrentamiento. Fui, estuve unas horas hasta que me corrieron del pueblo (esa es otra historia) y me senté a escribir. Lo primero que leerán es lo que salió de mi ronco pecho luego de que me dijeron que siempre iba a ir el texto de la mitad de lo que me habían dicho al principio. Lo edité y lo mandé, luego
Mas abajo encontrarán lo que fue publicado. Como dice el gringo: No Comments.


En la Cruz de Huanacaxtle las calles huelen a sal y a miedo.

Los vecinos de las calles de Camarón y Marlin, donde cayó abatido uno de los pistoleros que se enfrentó el jueves contra miembros del ejército aseguran que por más que refregaron la banqueta aún se puede oler la sangre que en abundancia pintó el cemento de un rojo oscuro.

Los pobladores que subsisten de la pesca y el turismo están temerosos, no solo de los narcotraficantes que agarraron el poblado como base de operaciones, también se preocupan porque la violencia les espante a los visitantes que llegan a las playas de la zona.

La versión de las autoridades indica que murió uno de los sicarios y cuatro militares resultaron heridos durante el enfrentamiento, mientras los otros tres sospechosos fueron arrestados. Los rumores en las calles hablan de otros cinco maleantes caídos en otra balacera a las afueras del poblado, pero no saben decir dónde.

“No vaya para la Cruz ahorita, no le conviene”, dice un taxista en Bucerías.

“El pueblo está caliente y no por el solazo”, agrega.

Si el jueves el pequeño poblado rebosaba de militares y policías, ayer parecía como si hubiera un toque de queda a mediodía. Un calor húmedo de 34 grados centígrados empapa las camisetas de sudor y adormece la actividad por las calles. A los habitantes de la Cruz les ha tocado ya padecer el calvario de la desconfianza hasta con sus vecinos de toda la vida.

El retén militar colcado sobre la carretera a Vallarta en el cruce con el poblado sigue funcionando aunque se observan sólo unos pocos soldados, en las calles ya no se detecta la presencia del Ejército.

Enclavado en una zona de alto potencial turístico, los lugareños ven cómo a unos centenares de metros de sus calles sin pavimentar se levantan colosos de cinco estrellas con vista al mar, con letreros que anuncian los precios en dólares y las bondades del clima en inglés. Deportistas y funcionarios compran casas en el área mientras en los suburbios, ahí donde los focos fundidos del alumbrado público no han sido cambiados, el narcomenudeo crece y nuevos y peligrosos inquilinos llegan y no precisamente a hacer turismo.

Ahí, a unos pasos de esos paraísos artificiosos, los gatilleros atacaron con armas de grueso calibre y una granada de fragmentación a los militares. El muerto, identificado como Silverio del Ángel Federico, de Ciudad Camargo, Tamaulipas, cayó con un tiro de un fusil G-3 incrustrado en el pecho, frente a dos frondosos Huanacaxtles que adornan un costado de la placita principal. Los vecinos escucharon las ráfagas, se alejaron de las ventanas mientras tronaron los balazos, para luego asomarse a ver qué había pasado.

“Se dieron duro, como si estuviéramos en guerra, pero ya sabíamos que un día algo así iba a pasar”, dice un lugareño con una mueca pintada en el rostro.

En la Playa La Manzanilla, muchos turistas no saben qué ha pasado y los meseros guardan un prudente silencio para no espantar a la clientela. “Fue una balacerita nomás”, dice uno de ellos.

Y es que el miedo a quedarse sin trabajo es mayor que el temor a las balas perdidas



Temen pérdidas en turismo
Mural

 
(23-Ago-2008).-



MURAL / Staff


LA CRUZ DE HUANACAXTLE, Nay.- Los vecinos de las calles de Camarón y Marlin, donde cayó abatido uno de los pistoleros que se enfrentó el jueves contra el Ejército, aseguran que por más que limpiaron la banqueta, aún se puede oler la sangre que pintó el cemento de un rojo oscuro.

Los pobladores que subsisten de la pesca y el turismo están temerosos, no sólo de los narcotraficantes que tomaron el poblado como base de operaciones, también se preocupan porque la violencia les espante a los visitantes que llegan a las playas de la zona.


"No vaya para la Cruz ahorita, no le conviene", dice un taxista en Bucerías.


"El pueblo está caliente y no por el solazo", agrega.


Si el jueves el pequeño poblado rebosaba de militares y policías, ayer parecía como si hubiera un toque de queda a mediodía.

El muerto del jueves, identificado como Silverio del Ángel Federico, de Ciudad Camargo, Tamaulipas, cayó con un tiro de fusil G-3 incrustado en el pecho, frente a dos frondosos huanacaxtles que adornan un costado de la plaza principal.

"Se dieron duro, como si estuviéramos en guerra, pero ya sabíamos que un día algo así iba a pasar", dice un lugareño.

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