sábado, 24 de enero de 2009

¡Alármala de tos!


Seamos honestos: a todos nos gusta el chisme. La nota roja es el paraíso de la contradicción: nadie admite leerla, pero cuando una nota se pasa de lanza, las redacciones se inundan de reclamos airados de los cientos de personas, que por supuesto, "nunca leen la sección policiaca, pero ese día por pura pinche casualidad, hojeaban el periódico cuando...". En fin, las publicaciones amarillistas y sobre asuntos de esas cosas de la sangre, patada y coz, son como los discos de las Spice Girls: nadie admite tener uno, peeeeero vendieron 10 millones de copias.

Por otra parte, creo que cualquier periodista debe pasearse por el género de la tinta roja. Esa área tiene grandes historias, material para construir las mejores novelas y relatos, ahí se necesita saber escribir para estremecer al lector, ¡sí señor! Yo por eso no trabajo en esas secciones. De cuando en cuando me ha tocado hacer algunas cosillas respecto al tema, más por casualidad que por encomienda. Ha sido interesantísimo y extiendo mi reconocimiento a esos valientes de la nota roja que necesitan tener bien puestas las tripas, corazón y buche, para no aventar los ídems cuanto les llega a las narices el sabroso tufo sancochado de un muerto de tres días.

¿Han olido a un muerto en estado de descomposición? Cualquier olor nauseabundo que les provoque nauseas pónganlo a la décima potencia, el terrible hedor del Río Santiago se la pela, pero ese es tema de otro post donde hablemos de zombies y cadáveres de a deveras.

Aquí les dejo un par de cosas de algunas de las escasas ocasiones en que he cubierto asuntos de nota roja. El primero es de un choque marca chamuco que reportee un día a las 4 de la mañana que me tuve que venir de la República de Arandas para cubrir un acto político y en el camino me topé con la tragedia.
El otro es una crónica que me mandaron a hacer por una desgracia en bola que les tocó a unos carnales cristianos.

Los titulares no son míos, sino de ingeniosos editores. Le edición, a mi pesar, tampoco fue mía. Pero respeto los textos tal y como se publicaron, con todo y mochadas de texto dignas de un serial killer gramatical.
Espero les gusten.

Las fotos son mías, pa la primera nota traía cámara, pa la segunda, pos no.

PD: Lean Tinta Roja, de Alberto Fuguet y Lo Peor del Horror, de Eduardo Monteverde.



Mueren 5 familiares



José Alonso Torres


El regreso a casa nunca se concretó; la muerte se ensañó con la familia De la Cerda Martínez, a la que le arrancó cinco miembros de un guadañazo.

La tragedia llegó de frente. Un impacto contra un camión torton ocasionó el deceso instantáneo de Eugenio de la Cerda Martínez, tres de sus hermanas y su esposa.

La familia, que viajaba en una Ford pick up verde, modelo 92 regresaba aproximadamente a las 2:00 de la madrugada de una fiesta en el Municipio de Jesús María, y se dirigía a sus domicilios en el Rancho La Soledad, en Atotonilco el Alto, cuando en el kilómetro 46 de la Carretera Atotonilco-Arandas chocaron contra el camión Torton, marca Dina, modelo 80, con placas JJ-96047.


De acuerdo con información de policías municipales de Atotonilco que acudieron a atender el percance, ninguno de los dos vehículos accionó el freno antes de estrellarse.


Los fallecidos fueron: Eugenio, de 28 años de edad; su esposa Deysi Duarte García, de 19, y sus hermanas Mireya, de 20 años; María de Jesús, de 17 y Josefina, de 13.

La escena del accidente parecía una zona minada, los dos vehículos quedaron completamente destruidos; pedazos de carrocerías y los cadáveres quedaron esparcidos en un área de 20 metros.


El camión quedó volcado sobre la cinta asfáltica con el frente completamente despedazado, inclusive el eje de sus llantas delanteras quedó separado del resto del vehículo.

La camioneta quedó convertida en una masa de fierros retorcidos.


Luis Alberto Chávez, el policía que acudió al llamado, comentó que según el testimonio de familiares de los fallecidos que fueron testigos del accidente, el camión invadió el carril contrario, aunque no se descarta que el conductor de la camioneta manejara bajos los efectos del alcohol y a exceso de velocidad.


Varias familias salieron juntas de una fiesta en Jesús María, Municipio que se encuentra después de Arandas, y decidieron irse en caravana como precaución.


"El camión venía sobrecargado de rastrojo molido y al parecer la misma carga lo destanteó y se metió al carril contrario, pegándole de frente a la camioneta y sin que ninguno de los dos frenara", informó el uniformado.


A pesar de que también resultó lesionado, el chofer del torton, del que se desconoce su identidad, salió de la cabina del camión después del accidente y huyó.


"Hay testigos que lo vieron salir del vehículo, con lesiones, por supuesto, pero se dio a la fuga después del accidente", agregó el oficial.


Personal forense adscrito a Atotonilco recogió los cadáveres, labor que le tomó más de tres horas, ya que según los uniformados, los cuerpos quedaron destrozados.


Los cuerpos fueron identificados por el papá de los hermanos y por su consuegro.


La fatalidad se encargó de cambiar el motivo de reunión de la familia De la Cerda Martínez. El sábado se juntaron por un festejo. Hoy, los parientes se reunirán para un funeral.




Se impone el llanto entre fieles alegres



José Alonso Torres


Los instrumentos musicales permanecieron desconectados, callados, inmóviles. Al frente del estrado, cuatro ataúdes son el centro de atención.


El canto de algarabía se convirtió en lamento de tristeza entre los feligreses de la Iglesia Universal Cristiana, un culto que se caracteriza por imprimirle emoción musical a sus ritos religiosos.


La muerte de los miembros de la comunidad que perecieron ahogados en San Cristóbal de la Barranca el domingo, fue un golpe que ninguna tonada puede suavizar. Alrededor de 60 personas fueron a un rancho de dicha localidad a realizar una convivencia y aprovechar el viaje para celebrar un culto religioso en la zona. Lo que sería el bautizo de una niña se convirtió en el funeral de 15 personas, toda una prueba de fe.


La sede de la Iglesia se encuentra en una finca de la Colonia Tepeyac, en Zapopan, a unos metros del Zoológico Villa Fantasía. Un galerón fue habilitado como centro de oración.


Al frente, ante el altar, reposan varios instrumentos musicales: una batería, una guitarra y un bajo eléctricos, junto con unos teclados, los cuales conforman el arsenal melódico con que se ambientan los sermones de los ministros invitados a pregonar la palabra de Dios.


En la Iglesia Universal Cristiana ven la música no sólo como un instrumento de alabanza, sino también de oración. Pero, ayer, los fieles no cantaron con toda la fuerza de sus pulmones, lloraron con toda la pesadumbre del corazón.


Pedro Macías, un hombre que perdió a su hija Ruth de 37 años, se dobla por el dolor. Es de los pocos que hablan. Nunca escucharon el agua venir, dicen los testigos. Cuando menos lo esperaron vieron una pared líquida que se les echaba encima, unos cuantos alcanzaron a correr, otros se perdieron entre la espuma y las ramas que el río arrastraba a su paso.


La camiseta que porta una joven de la comunidad representa lo que muchos piensan para sobrellevar la tragedia: "No le digas a tu Dios que tienes un gran problema, dile a tu problema que tienes un gran Dios".


El pastor Felipe Espinosa, responsable de la Iglesia, ha dejado a otros colegas a cargo del recinto. Se ha ido a las diligencias de rigor, porque quieren tener a todos los cuerpos presentes para despedirlos.


Los cánticos y las alabanzas no desaparecen, pero se hacen con voz tenue sin el acompañamiento musical de costumbre. Por esta ocasión, los instrumentos se quedan quietos, como custodios de los féretros.


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