Hablando de mujeres y traiciones...
La difícil y brutal labor de los días enteriores me hizo recordar aquellos centros nocturnos de antaño, cuyas puertas cerradas y cortinas de terciopelo significaban para nosotros los pubertos el paraíso escondido, sólo franqueable a los elegidos con cartilla militar en mano.
Alguna vez escribí sobre esos recintos benditos tapizados de pecados y confesiones, como me dijo un parroquiano alguna vez: los templos del placer donde las culpas y residuos de la fiesta se quitaban a penicilazo limpio.
No me tocaron esas épocas, pero sí fui testigo de la decadencia de algunos de ellos, superados por modernos table dances que son como los supermercados de hoy en día, servicio rápido y aséptico, hoy, la globalización también le llegó al strip tease. Hoy los "sexys" se venden por docena y sin sonrisas de por medio.
Se acabó el tradicional platillo de las carnes en su tubo.
Esto se escribió hace un par de años...Cambian las apariencias pero el fondo sigue siendo casi el mismo, en estos tiempos de competencia desenfrenada entre los centros nocturnos y los table dance que existen en la ciudad, la zona roja del oriente de la ciudad se resiste a morir y abandonarse en un recuerdo de arrabal y burlesque en la mente de los tapatíos como canción que nunca ha de faltar.
¡Arrrrrooooozzz!
Siento una pena muy honda
dentro del alma
quiero ahogarla con vino
y caricias de amor
Aunque los cambios son palpables aún flota en el ambiente el tufo de las historias de nota roja que deambulan por el lugar. Desaparecieron las cortinas de terciopelo que adornaban los espacios semiprivados, se cambió de lugar la barra para abrirle paso a los espejos y los focos en fila en los bordes de las estructuras que recuerdan a las escenografías ochenteras de “Siempre en Domingo”, las luminarias del encuere bajan por las escaleras cristalizadas envueltas en chaquira y lentejuela, franqueadas por elefantes de cartón pegados aleatoriamente con cinta diurex sobre los espejos en las paredes.
Permanecen los pequeños volcanes esculpidos en el techo, el escenario ha sido pintado de blanco y despojado de artículos decorativos, ya sólo queda la carne que se mueve sobre las tablas y entre los tubos. No hay otros objetos distractores de pupila, el ojo se clava en la bailarina en turno, que como es tradicional, sucumbe al ritmo acelerado para terminar desnuda en la última estrofa de una de las baladas que se repiten hasta la saciedad de los strip tease. Las miradas lujuriosas de los voyeuristas se mezclan con las de aburrimiento de las bailarinas, el paso siguiente, uno, dos, tres, cae el brassiere ¡Cha cha chá! la rutina mecánica del baile repetitivo, cachondez plástica por la repetición de rituales.
Mi vida no tiene remedio
perdido ya estoy
En este medio maldito
de amargura y dolor
La zona roja aún respira, pero con tanque de oxígeno, atrás han quedado los grandes espectáculos que reanimaban el ambiente nocturno en el oriente de Guadalajara. El lugar luce desolado, parejas aisladas en unas cuantas mesas dan cuenta de la debacle del centro nocturno. Las risas y expresiones de jolgorio que se repetían casi mecánicamente mesa tras mesa, allá “en los buenos tiempos” han sido cambiadas por los escasos parroquianos que no pierden fuerzas hablando mientras las manos sigan moviéndose sobre la geografía epidérmica de esa mujer que por unos instantes y unos pesos, será la mejor amiga que han tenido en sus vidas.
Son las mismas escenas de antes, y sin embargo, el ambiente se siente diferente, serán las mesas solas, será la mirada en las mujeres que denotaban la preocupación por la jornada poco redituable para ellas, serán los meseros que te dicen que no pueden competir con los modernos table dances que se han instalado en la periferia de la ciudad; será que se ha perdido el encanto por traspasar el límite prohibido que aceleraba la adrenalina cuando más joven llegabas con la mirada turbia a reflejar el júbilo de la vida nocturna recién descubierta con la cartilla recién liberada esperando salir a la vista del vigilante de la entrada.
Andrea, una costarricense recién llegada a la ciudad, no conoce a nada ni a nadie, dice que la tratan bien, en la parte superior del centro nocturno hay una área de dormitorios donde duerme junto con otras compañeras del país tico; tiene 20 años pero deja ver que la vida se ha encargado de despojarla de vestigios de esperanzas e inocencias, se toma una cerveza que le dejará una ganancia de 45 pesos, y se deja llevar por la conversación sin tapujos ni ataduras, Los dos sabemos de antemano que la charla durará lo que aguante la capacidad del bolsillo. Así es el procedimiento.
Amor de cabaret
que no es sincero
Amor de cabaret
que se paga con dinero
que no es sincero
Amor de cabaret
que se paga con dinero
El ocaso se acerca al Guadalajara de día en pleno amanecer del siglo 21, avanza con la oscuridad del olvido sobre el legendario lugar, la ciudad extrañará las historias y anécdotas que recorrían de boca en boca toda la zona metropolitana.
La mercadotecnia y la ley de la oferta y la demanda también influyen en los estímulos carnales, ¡cómo no!
Adiós al pregón famoso que decía: ¡Soy flor de fango, carne de cabaret!, ¡Que paguen con diamantes mis pecados! , Adiós a las bailarinas que se deslizan por los tubos con una gracia que envidiaría cualquier volador de Papantla. Adiós a las terapeutas de la conducta que noche a noche escuchan penas y desahogos. Adiós a la zona roja de Guadalajara, la parte mas visitada y oculta de la otrora noble y leal ciudad, el burlesque se apaga con la canción.
Amor de cabaret
que poco a poco me mata
sin embargo yo quiero
Amor de cabaret.
que poco a poco me mata
sin embargo yo quiero
Amor de cabaret.
4 comentarios:
Bueno, esta es una petición: ¡Qué no cierren la zona roja! Tantos y tan buenos momentos que pasé por allí, jajaja, sin que se enteraran mis sacro santos progenitores, pero en busca de un rato de evasión. Chale, pinches panistas, qué pedo con ellos.
Saludos Alonso!
jaaa que puberto-recuerdos aquellos, pero es lo malo de la globalizacion aplicada a las carnes femeninas.
ahora si quieres buen espectaculo necesitas la tarjeta de credito en mano en vez de los billetes...
¡Qué onda mi marianilla!, qué milagro que nos visita usté por acá. Pos ya ves, recuerdo aún las corretizas que nos llegaron a poner en el Porky's por querer ingresar siendo menores de edad. Desde aquelolos días ya daba yo atisbos que me gustaba el mitote y aplicaba no el fetichismo, sino el metichismo, o sea, ya pintaba yo pa´ periodista.
Mi estimado Omar, yo por eso ya tramité mi tarjeta de crédit milano y mi libretón BVVA pa que me saquen de apuros en las fondas de las hermanas corajes y en los tugurios de dudosa reputación y sobrada y sobada historia.
Hola:
Ahora si puedo dejarte mi comentario, y este era que nunca me imagine que un muchacho tan serio como tu entrara a esos lugares !Ave Maria Purisima!
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