"Empezar porque si y acabar no se cuando..."
“Chingue a su madre, si encontramos boletos nos vamos”, dijo el Sergio el viernes por la mañana antes de ir a Ticketmaster.
Después de quedar formalmente que nos íbamos al DF a las 8 de la mañana, salimos del departamento muy puntuales a las dos de la tarde con rumbo al Foro Sol al concierto de los Héroes del Silencio.
El artista y el espectador apelan a la nostalgia. No tiene nada de malo revolcarse en la memoria.
No nos engañemos, asistir al concierto de un grupo que regresa por sus fueros, para unos, los más jóvenes, puede representar el dejarse llevar por la marea de los modismos, lo “in” que se vuelve necesario precisamente por estar “out” en la temporalidad.
No voy, me llevan. Me arrastran los recuerdos, la nostalgia, las letras y las tonadas que me regresan a tiempos difíciles de memorias gratas. Voy porque me gusta la música pero también porque celebro que el disco duro no me falla y acumulo en canciones los capítulos de mi propia historia.
No deja de ser irónico el que Héroes del Silencio regresen más grandes de cómo se fueron. Toda reconciliación bien vale meterle un buen billete, que se note que el amor regresó, aunque muchos piensen que se trate únicamente de cariño por el varo.
Tuvimos suerte, corrimos con la fortuna del inocente, nos metimos en un estacionamiento equivocado que cerró las puertas un coche detrás de nosotros, agarramos lugarcito y pegamos la carrera, ya para cuando estaban recogiendo los boletos y entrábamos al inmenso foro comenzaban los acordes de El Estanque, de ahí en adelante todo fue brincar, gritar y refrescar el buche a cervezazo limpio.
Me resisto a pensar que todo regreso al escenario sea única y exclusivamente por interés económico. En la música, como en las relaciones, la codicia termina por echar de cabeza al hipócrita. Búnbury se retuerce y se estremece como en sus buenos tiempos, aquellos de más rock y menos años. Hay que ser muy buen actor para fingir éxtasis. Los movimientos pueden copiarse, pero la sonrisa del frontman de los Héroes hace saber que disfruta ese glorioso baño de idolatría, el torrente de gritos y aplausos que provocan el enchinamiento del cuero por debajo de la chaqueta de piel.
Faltaron algunas rolitas, pero ¡qué se le va a hacer!, con lo que escuchamos tuvimos bastante, un sonido impecable, una puesta en escena de big band y harto rocanrrol hicieron que las casi dos horas y media se nos fueran tan rápido como las chelas que empinábamos una detrás de otra. Conciertazo de retazos de memoria, recordando los tiermpos de la prepa y la universidad, recorriendo a canciones los sucesos, la canción que le dedicamos en su momento a la galana en turno, la que le gritamos a la que nos mandó por un tubo, la melodía que le susurramos a la que nos hizo caso.
Todavía mareados por los bebestibles y la euforia de la tocada, más tardamos en salir que yo en marcarle a mi amigaza Elizabeth para que nos diera las coordenadas de un antro donde pudiéramos seguir correteando a la parranda.
La noche terminó con Jaime, Sergio y yo en un bar dark de la Zona Rosa echando rolitas de Joy Division y pasito duranguense a las dos de la madrugada.
¡Qué concierto, qué noche!
Y ahí viene Soda Stereo… ¡Ay amá!
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